domingo, 30 de junio de 2013

No puedo conmigo...

"No luches contra la fuerza Burke...", decía Malena. Y tenía razón. Y no lucho.

Así que, a mi edad, casada, con dos hijos pequeños y a cargo de 10 divisiones de educación secundaria... le armé una página de Facebook a don Billy. Por aquí, adelante ustedes...

Esto es muy raro. Miren que me han gustado artistas... y me han gustado mucho. Los que me conocen de la adolescencia tardía saben que estuve años con una fijación enfermiza por el Luke Skywalker que interpretaba el bueno de Mark Hammil. Y cómo ha sufrido con eso el santo varón... pero nunca se me hubiera ocurrido armarle una página. Claro, excusas... lo que pasaba era que en esa época no existían los soportes virtuales que tenemos ahora. Yo descubrí Starwars muy tardíamente, allá por el '94, pero la internet abierta aún estaba en pañales... aunque hubiera querido, hubiese resultado imposible.

Después vino la época del Hornblower encarnado por don Ioan Gruffudd (me saco el sombrero...), y ahí tampoco, ché, nada de página. Pero estuve mucho tiempo implicada en un foro de discusión y elaboración de videos. Allí empecé con la manía por el Windows Movie Maker... Pero ¿administrar una página fangirl yo, en beneficio de este señor? ¡Ni soñando!

Bueno, pero entonces... ¿qué pasó ahora? ¿Cuál es la diferencia?

Me explico (estoy intentando racionalizar lo inexplicable, sí, ya me hago cargo, pero en fin... no voy a tener paz hasta que no lo intente...). Como ya saben, soy muy estudiosa de las cosas que me interesan. En cuanto caí en cuenta que Miles Matheson me estaba pudiendo, comencé a investigarlo a Billy. Y allí descubrí que era muy difícil encontrar fotos o información que fueran más alla de: a) su actividad más reciente (Revolution), b) Charlie Swan (fijación por las camisas a cuadritos... ufff).

Así lo conocemos todos, beh...


Inclusive su página oficial no se actualiza desde octubre de 2011. En el mismo Facebook, lo más elaborado que se puede encontrar es una página automática que nos vincula con el artículo correspondiente de la Wikipedia. Lo más completito con lo que nos cruzamos es la info que consta en imdb, mi referencia a la hora de buscar el material...

Y me dio no sé qué... vamos, uno googlea a don Ioan o a don Nikolaj y se le caen las fotos encima, prácticamente... me sentí en la necesidad de hacer mi pequeña contribución, para beneficio de las fans que puedan venir en adelante.

Seeeee, qué manera que tengo de racionalizar los desequilibrios hormonales... jaja!

Al que esté aburrido/a entonces, lo invito a darse una vueltita por allá... estamos en construcción, pero esa es la historia de mi vida. Después critiquen y opinen, si tienen ganas... es la primera vez que me embarco en algo semejante.

Por una vez, el vestuarista no te odia, Billy...

PD: esta fue la última contribución de ayer, el trabajo en Fringe... ver esto e irse a dormir es garantía de soñar lindo, jeje...

sábado, 22 de junio de 2013

Una de morochos...

Mea culpa, lo sé, lo sé... dije que no iba a estudiarlo, lo dije... supuse que el próximo post iba a ser para el video de la Moza y el Matarreyes... pero el "morochismo", como en su momento la "rubiola", me ha podido... Y sí, le estuve estudiando la carrera a don Billy Burke. Qué remedio, yo soy así. Un verdadero desastre de fangirl.

Y en ese recorrido me encontré (mejor sería puntualizar que fue un reencuentro) con una serie a la que ya le había puesto el ojo, pero siempre dejaba para otra oportunidad: Rizzoli & Isles. Historia policial, que me gustan tanto como las de sci - fi y le hacen un buen contrapunto. Interesantísima: las aventuras de una detective de la policía de Boston, y una forense de la misma institución. Jane Rizzoli, la detective interpretada por Angie Harmon (ya la asociamos a estas lides por su trabajo en La Ley y el Orden), es una morocha de ascendencia italiana, con un carácter que se las trae y una familia haciendo juego. Toda una mujer de armas tomar, imposible que el tuco que me corre por las venas no se alborote con sólo verla (además, su mamá se parece muchísimo a la mía...). Su contrapunto es la rubia, eficiente y superlativamente inteligente Dra. Maura Isles, encarnada por Sasha Alexander. Una médica forense que, por su brillantez y sus a veces poco desarrolladas dotes sociales, nos trae de inmediato el recuerdo de Temperance Brennan (otra de mis grandes ídolas, si las hay...).

Entre ellas hay una amistad con mucha química, un complemento que funciona muy bien en pantalla. Ya con esto la serie es digna de ser vista de principio a fin. Si, vale que lo mencione desde ahora, estas dos muchachitas tienen toda una cohorte de shippers, el "team rizzles", de hecho para muchos son emblema de la comunidad lésbica. Puede ser que haya algo de eso, todavía no he visto tanto...



No he visto porque hice trampa. Sí, qué raro. Porque volví a este producto, ya se los aclaré, a través de mis investigaciones en la billiburkeósfera. De modo que lo primero que miré fueron los cuatro capítulos salteados (1ro y 8vo de la primera temporada, el último de la segunda y el primero de la tercera... y no vemos la hora que empiece la cuarta, a ver si tenemos más del morocho...) en que interviene don Billy. Esta vez encarna a un agente federal, Gabriel Dean, que colabora en las resolución de ciertos casos que interesan a su agencia... y de paso mantiene una relación bastante interesante con Rizzoli.



Gabriel es un dechado de paciencia... se merece el premio "remo", porque la morocha lo deja prácticamente "en el freezer" durante la mayoría del tiempo que dura la serie. Pero la química entre los dos es deliciosa. Me encantó verlos interactuar. De hecho, me gustó tanto que los he declarado mis "morochos de cabecera", y aquí va video al respecto...

Sé que la elección musical puede parecer ciertamente desafortunada, pero dénle una oportunidad... la letra, a primera vista, es un poco superficial, pero si le damos una segunda lectura... bueno, si lo hacemos teniendo en cuenta el serpenteante romance de los personajes... digamos que cuadra bastante. Aquí les va...



Ya, esta vez sí, el próximo video tiene que ir de rubiola...

domingo, 9 de junio de 2013

“El hombre es lobo del hombre” o cuando una sociedad se consume a sí misma: algunas impresiones acerca de Revolution (2012)


Postular que las situaciones límite son catalizadores que hacen aflorar lo mejor y lo peor de la condición humana ya es un lugar común. Sin embargo, no por repetida la frase se torna menos cierta. Y en el caso de la serie que hoy pongo a consideración de ustedes, resulta absolutamente pertinente.

Revolution es un producto de la cadena NBC, estrenado durante el 2012. Para quien guste de conocer sus detalles técnico – profesionales (dirección, reparto completo, producción, etc.), les dejo aquí algunos enlaces (me da no se qué redundar en algo cuando ya ha sido tan bien explicado en otras partes).
 
Es ciencia ficción, y se ambienta en un futuro alternativo muy cercano, en el cual la humanidad se ve súbitamente despojada de uno de los elementos que, en nuestra sociedad industrial, se ha convertido en vertebrador de prácticamente todo proceso, tanto doméstico como productivo: la energía eléctrica. Pero en todas sus variantes: no se trata simplemente que ya no operen los grandes generadores, sino que de un momento al otro, inclusive la más modesta pila ha dejado de funcionar. Cualquier proceso capaz de generar electricidad, incluyendo el correspondiente a las baterías de los automotores, ha quedado inutilizado. Simplemente ya no funciona. El mundo “se apagó”.



Gravísimo inconveniente, dado que dependemos de este suministro para absolutamente cualquier cosa. Pongámonos a pensar. En nuestras grandes urbes, la cadena de frío es indispensable no sólo para mantener los alimentos sino también en el ámbito farmacéutico. La producción fabril tal y como se realiza en nuestra sociedad, se alimenta de energía. Somos una población sencillamente demasiado numerosa para sostenernos con una economía artesanal propia del período preindustrial. De repente, los recursos son escasísimos para un conjunto humano que se encontraba en permanente expansión.

Y de allí a que nos situemos en un escenario digno de Hobbes, hay un solo paso. La ley del más fuerte, del “sálvese quien pueda”, comienza a operar prácticamente de inmediato. Millones de seres humanos compiten para apropiarse de la mayor cantidad posible de elementos necesarios para la subsistencia. Quienes hasta ayer eran simpáticos vecinos, se transforman en potenciales competidores por el simple alimento. Por lo tanto, y en defensa de nuestras propias familias, deben ser eliminados. Así de crudo es el futuro en un mundo donde falta la energía y donde el orden establecido ha colapsado.

Pero la acción de Revolution no se sitúa centralmente en “el día después” del apagón mundial, si bien hace permanentes flashbacks a ese período para permitirnos comprender mejor la trama y a los protagonistas. Los hechos se desarrollan unos quince años después.

Les cuento lo mínimo indispensable para situarlos en el inicio del drama: Ben Matheson es uno de los pocos científicos que, aparentemente, puede tener cierta idea de las causas de la catástrofe. Luego que esta se produjo, huyó con su familia al campo y, años más tarde, vive en una pequeña comunidad en compañía de sus dos hijos: Charlie, una joven cerca de la veintena, y Danny, muchachito pocos años menor. Cierto día, las fuerzas de la “Milicia”, suerte de organismo paramilitar que, aparentemente, se encarga de “mantener el orden” haciendo gala de brutalidad y abuso de poder, irrumpen en la aldea decididos a llevarse a Ben. Sirven al “Presidente”, General Sebastian Monroe, un dictador que ha sentado su poder sobre gran parte de la costa este de lo que otrora fueran los Estados Unidos. Monroe supone que Ben sabe lo suficiente para restablecer el suministro eléctrico y darle, de esa manera, la ventaja que necesita para imponerse a los demás gobiernos que han surgido en el territorio norteamericano. Ben no quiere saber nada con ayudar a semejante tirano, pero las circunstancias lo obligan a ceder. Cuando están por llevárselo, Danny sale en su defensa. Se produce un altercado del cual Ben sale gravemente herido y la Milicia acaba tomando a Danny en su lugar. El científico, antes de expirar en brazos de su hija, le dice que debe rescatar a su hermano y que el único que puede ayudarla es su tío, Miles Matheson, quien vive en Chicago. Y allí comienza la acción: Charlie, en compañía de otros dos miembros de la comunidad muy cercanos, Aaron y Maggie, emprende la búsqueda de este misterioso tío, al cual no ha visto desde antes del apagón y prácticamente no recuerda. Ya en el primer capítulo logra que, a regañadientes, se sume a su búsqueda y se comprometa en el rescate de su sobrino.

Ben y Danny Matheson y el motor dramático de esta historia


Las cosas, obviamente, son mucho más complicadas de lo que esta brevísimo comentario puede expresar. ¿Quién es Miles? ¿Por qué Ben lo ha mantenido al margen de su familia durante tanto tiempo? ¿Por qué encarga que se recurra a él en este momento de necesidad? ¿Qué causó el apagón? ¿Qué intereses creados están detrás de todo este problema? ¿Dónde están los responsables? A lo largo de los veinte capítulos que dura la temporada (aclaro que voy por el número 13… pero no aguantaba más las ganas de contarles sobre esto…) los enigmas se van aclarando… sólo en parte.

Miles Matheson y su sobrina Charlie
 
¿Qué me resultó atractivo en esta propuesta? Como forma de diversificar mis intereses en una época que parecía estar dominada por Game of Thrones y su mundo fantástico medieval, y de forma puramente casual, di en televisión con un capítulo suelto. Lo miré. Y el gancho fue que de todos los niveles de lectura que se le pueden dar a esta serie (y no son pocos) hay uno medular, desde mi punto de vista: se trata de un drama familiar. Podemos enfocar y entender toda la acción como una gran reflexión acerca de preguntas tales como qué estamos dispuestos a hacer por nuestros familiares, cuáles son los sacrificios que seríamos capaces de realizar en pos de su bienestar, y cuáles son los límites que tenemos al respecto. Más central aún, la serie se trata de cómo definimos “familia”. Quiénes la constituyen. ¿Es la sangre, el ADN el que traza los lazos y las fronteras familiares? ¿O hay otras cosas? Los peligros compartidos, los dolores comunes, los sueños y las esperanzas, la solidaridad, la misericordia, la compasión… ¿no son también forjadores de nexos que merecen ser considerados desde la óptica de la familia? La forma en que una crisis global afecta la definición de este tipo de vínculos es, para mí, algo sumamente interesante. En ese capítulo salteado con el que me introduje en este universo, dicho tema era esencial. Y fue suficiente para hacerme ir volando a bajar la serie desde el piloto en adelante.



Hay otros dos factores que la hacen muy digna de ser vista.

El primero, la profundidad de los personajes. Si bien hay algunos que son decididamente más “claros” o “buenos” que otros, ninguno es plano. Todos tienen motivaciones intensas para hacer lo que hacen. Y esto es particularmente cierto para los “malos de la película”. Tanto el general Monroe como uno de sus principales lugartenientes, Tom Neville, se nos presentan como seres complejos, movidos por ideales que, en su momento, pueden haber parecido loables pero que se han ido desvirtuando, han ido cayendo en la corrupción. Si bien en un principio pueden parecernos el epítome de la maldad, cuando la narración avanza y en sucesivos flashbacks se nos va revelando su pasado, llegamos a comprenderlos, aunque no podamos justificarlos.


El capitán Neville, villano magistralmente interpretado por Giancarlo Espósito
 

Inclusive (o mejor dicho, precisamente) Miles Matheson, uno de los personajes centrales, es un héroe “oscuro”, con un pasado cuestionable, con una escala de valores aparentemente individualista que entra en crisis cuando se reencuentra con su sobrina Charlie. Es un hombre tensionado por varios intereses que se entrecruzan, que ha puesto en duda sus propios ideales y que ha llegado al punto en el cual tiene que tomar una decisión vital fundamental: qué tipo de persona quiere ser. Y se enfrenta a ese dilema con una tremenda carga sobre sus espaldas: ha sido precisamente él quien creó y entrenó a la Milicia del general Monroe, en los tiempos en que no sólo era su segundo al mando, sino su mejor amigo. La llegada de Charlie lo obligará a enfrentarse con sus propias ambigüedades, y a retomar el camino de construcción de su propia persona.


Billy Burke nos hace creíble al "héroe oscuro"
 
El segundo, el planteo que se hace del “enemigo”. Si bien es un producto norteamericano, no me pareció la “típica serie yanqui”, simplemente porque deja muy en claro que, en caso de catástrofe, el enemigo de los estadounidenses no hay que buscarlo muy lejos. No son los rusos, no son los terroristas orientales, no son los alemanes, no son los latinos… son ellos mismos. Son su sociedad de consumo, la incapacidad de las grandes mayorías para trabajar en verdaderos equipos, la primacía de la cultura de la competencia por sobre la cultura de la cooperación, los males que llevarían al colapso civilizatorio en caso de un escenario dantesco. Algo que se aplica prácticamente a toda nuestra sociedad occidental, no sólo al país del norte, mal que nos pese a los que vivimos al sur de la frontera mexicana. Y en esta ficción, precisamente, los únicos que tiene chance de hacerle frente al poder dictatorial de Monroe son los que superan esos límites y se ponen a trabajar codo a codo, los que priorizan el bien común por sobre el beneficio personal, los que anteponen el grupo a la comodidad del individuo. Y a mi mentalidad de intelectual centro – izquierda, esto le resulta sumamente reconfortante.

Como decía Borges, "no nos une el amor, sino el espanto"
 

Estemmmm… ¿dije dos factores? Ups, perdón… son tres. Pero aclaro que aquí se terminó el comentario serio. Estamos adentrándonos en zona fangirl, así que los que no estén interesados, terminen acá el recorrido y nos vemos en el próximo artículo.

El que siga leyendo, que no diga que no le avisé.

 

Bueno, el tercero. ¿Cómo lo digo? Ustedes ya saben que me gustan los morochos “de rara belleza”, es decir los que canónicamente no diríamos que son lindos. Sumémosle puntos si andan por la cuarentena. Sumémosle más si pasan del metro ochenta y cinco, si ya tienen algunas canas, si alrededor de los ojos se les notan unas discretas líneas de expresión. Ni les digo si tienen una mirada al mismo tiempo triste y sensual. Más todavía si acusan un pasado cuestionable, si son complejos y con un carácter difícil pero no exento de una ternura ciertamente torpe.



En fin… el Miles Matheson que le debemos a Billy Burke reúne todas esas características. Y esta vez, la fangirl tuvo el sí tan fácil… sólo me resistí “heroicamente” hasta el final del capítulo tres.

No es lindo en el sentido tradicional, desde ya que no. ¡Pero está fuertísimo, que no es lo mismo! Tiene esa mirada tan especial que logro aflojarme el nudo en el estómago que me había dejado la Boda Roja… y eso es decir muchísimo.

Aclaro, como siempre, que quien me enamora es el personaje, no el actor. O, mejor dicho, la manera en que este actor en particular le da vida al personaje. Por eso, me propuse “no investigarlo a Billy Burke, porque el que me gusta a mí es Miles…” Pero, como era de esperar, fracasé estrepitosamente. Soy una fanática estudiosa y aplicada, qué le vamos a hacer. Así que, en primer lugar, le averigüé la fecha de nacimiento, para corroborar que es diez años mayor que yo y que, por días, no es escorpiano (aunque sus ojos declaran otra cosa). Les aseguro que sólo quería sacarme esa duda. Pero en el ínterin, vengo a enterarme que lo conocía de otra parte.

Sí, me sonaba de algún lado, y creí que lo encontraba parecido a algún artista de mi país. Con lo cual mi sorpresa fue MAYÚSCULA cuando me encontré con que había interpretado nada más y nada menos que a Charlie Swan, el padre de Bella, el único personaje que parecía tener la cabeza en su lugar de toda la saga Crepúsculo. Como dijo Amiga del Alma: ¡lo que puede hacer un bigote! Díganme si no parece otra persona…



Y en fin, siguió la lista. Como siempre, lo había visto en un montón de lados sin reparar en él. Por ejemplo, en Brigada 49, la película del equipo de bomberos irlandeses y católicos protagonizada por John Travolta y Joaquín Phoenix (de la época en que le seguía la carrera a éste último). Evidentemente, voy a tener que verla de nuevo… lo que no voy a ver de nuevo es Crepúsculo, por más que aparezca Billy con su bigotazo (por cierto, me gusta más sin este, o mejor todavía, que se deje también la barba… uy, ya empecé con las demandas, no tengo remedio alguno…)

Y otra cosita… este chongo fílmico viene con bonus track… literalmente, porque don Billy además de actuar, canta… y bastante bien, por cierto. Les dejo para que lo escuchen… yo no he podido dejar de tararearla mentalmente durante los últimos dos días…
http://www.youtube.com/watch?v=pGGt4MT4Opw

Bien, bien… lo que puede el estado de Matarreyes deprivation, ¿no?