domingo, 15 de marzo de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (II): Laura Roslin

Hay personajes que llevan tu tolerancia al extremo. Personajes que te ponen emocionalmente contra las cuerdas y te obligan, una y otra vez, a replantear tus convicciones y valores. A revisar hasta qué punto sos capaz de defender tus ideas, y en qué momento sentís que todo se convierte en agua o, como decía Karl Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire". Ah, caramba, comenzamos bien. Empezamos un nuevo artículo sobre la fortaleza femenina citando a un peso pesadísimo de la historia contemporánea.
Decía, personajes cuyo derrotero se nos vuelve hasta éticamente difícil seguir. Lo maravilloso del caso es que, a veces, precisamente esos son nuestros favoritos. Son los seres de ficción que más amamos. Eso es lo que me pasa, justamente, con Laura Roslin, mi elegida absoluta en la serie Battlestar Galactica, específicamente en su remake del 2003.
Laura Roslin fue docente. No sabemos cómo entró en la política, en ningún momento nos cuentan sus motivaciones. La tragedia más grande que pueda asolar al género humano - el casi total exterminio y la pérdida de los planetas hogares - la llevó al puesto de presidente, cargo que tampoco sabemos si hubiera elegido, de tener oportunidad. Lo que sí sabemos es que esta mujer menuda y bonita que parece frisar la cincuentena, de modos sencillos, suaves, de voz pausada y la mayoría de las veces calma, lleva dentro de sí el temple de una estadista fenomenal. Si la adversidad saca de nosotros lo que siempre hemos sido en potencia, no puedo dejar de decir que mi presi es una auténtica Dama de Hierro.
Una de las cosas que más me gustan de Laura es que puede ser recia sin perder la ternura. Ella no necesita alzar la voz ni esgrimir un insulto para poner a todos en su lugar y conseguir el respeto que su cargo amerita. Son muy raras las ocasiones en que pierde la calma, y cuando lo hace siempre es en privado. Pero creo que no me estoy dando a entender muy bien. Lo increíble de esta mujer es que pueda tomar decisiones terribles con una frialdad pasmosa pero, al mismo tiempo, dejándose tocar internamente por la tragedia que está enfrentando. Es muy raro, tal vez muy difícil de explicar y por eso me estoy enredando. A la presi Roslin le importan y le duelen las consecuencias de las medidas desesperadas que, a veces, está obligada a abrazar pero, de todas maneras, no duda en llevarlas adelante hasta el final. Y así es como va dejando trozos de sí misma por el camino, de su salud, de sus afectos, de sus deseos. En un permanente ponerse en segundo plano, para mí encarna aquella pretensión de los filósofos clásicos, según la cual el objetivo de la política era el bien común y no la salvaguarda de los intereses de éste o aquel grupo.

Ella te puede cantar las cuarenta con altura, sin perder la sonrisa y sin que se le mueva un rulo... y por eso mi admiración será eterna. Fuente: fancydresscostumes.co.uk

El ejemplo que más me conmovió en este sentido tiene que ver con la decisión de, en determinado momento de la trama, prohibir el aborto. Entiéndase bien, no es mi intención reabrir aquí el debate sobre un tema harto delicado, sino simplemente usarlo como muestra para tratar de exponer por qué esta mujer me resulta tan admirable.
En las doce colonias humanas, previo al holocausto generado por los cylon, parece ser que la interrupción voluntaria del embarazo había llegado a ser legal. La misma Laura comenta que era uno de los temas en favor de los cuales había bregado toda su vida. El problema se presenta cuando, en una situación crítica que ha reducido la población humana universal a poco menos de cuarenta mil almas, el aborto vuelve a ser considerado una suerte de lujo. ¿Tiene derecho una mujer a decidir por sí misma sobre el destino del ser que lleva dentro, cuando la supervivencia de la humanidad como un todo está en riesgo? ¿No se transformaría en un auténtico desperdicio?
Es un tema álgido que fácilmente puede ocasionar enfrentamientos violentos. La serie lo plantea como una pulseada entre los derechos individuales y la defensa de un supuesto bien mayor. Sin pronunciarme sobre el particular, lo cierto es que Laura termina por emitir el decreto que vuelve a prohibir la práctica, por lo menos mientras el número total de población siga siendo críticamente bajo. Y lo hace a regañadientes, porque siente que está traicionando ideales por los cuales ha luchado toda su vida... pero la idea fuerte que la guía y en la que funda su decisión es que, en ese momento, no se trata de lo que ella considere bueno o malo sino de lo que objetivamente parece hacerle falta a la diezmada grey que dirige. Que fuera capaz de un sacrificio de principios tan grande me hizo honrarla indiscriminadamente. Como diríamos en mi país, tuvo que "tragarse un sapo" terrible... pero lo hizo por lo que consideró el bien mayor.
Claro que el problema surge cuando su idea del bien común entra en conflicto con el punto de vista que otros actores del drama tienen acerca del particular. Y aquí la Roslin suele ser inflexible.

Ése podría ser uno de los grandes defectos atribuibles al personaje: cuando cree que tiene razón, no dudará en arbitrar los medios necesarios para imponerla. El armazón político del Estado se ha reducido a la Presidencia y un Quórum formado por un representante de cada Colonia, elegido mediante sufragio popular. Ese quórum hace las veces, por lo que se ve, tanto de consejo de ministros como de Poder Legislativo. Pero hasta por ahí nomás. Laura no duda en gobernar a fuerza de decretos cuando considera que el Quórum no tiene razón o está obstaculizando medidas que según ella entiende son urgentes. Y esto la lleva a rozar repetidas veces el autoritarismo: en ocasiones es más una monarca que una mandataria.
Pero todo tiene su explicación y, en este caso, surge de la dinámica básica de la trama. Los tiempos que corren en esta ficción no son tiempos cualesquiera. La humanidad está en medio de una guerra en la cual se juega su destino. Situaciones de excepción exigen procedimientos a juego, y líderes capaces de tomar medidas en principio impopulares sin que les tiemble el pulso. Demócrata como soy, tengo que admitir que en la flota colonial, a veces, el horno no está como para andar debatiendo mucho rato: o se toman las medidas necesarias rápido, o el enemigo aniquila lo poco que queda del género humano vagando entre las estrellas.
Es decir, si Laura fuera hoy presidente de mi país e intentara manejarse como lo hace a bordo de la Galactica o la Colonial One, diríamos que es una dictadora francamente antidemocrática. Pero en la situación en que ella se encuentra, las medidas desesperadas son medidas necesarias. Solamente poniéndola en ese contexto lograremos aquilatarla en todo su valor, y no cargarla con los juicios propios de nuestra sociedad y tiempo.
Lo que la torna magnífica y, por momentos, le da ribetes épicos, es que todo este tour de force tiene que hacerlo mientras lucha contra un cáncer terminal. La fortaleza de espíritu que demuestra en ese trance es conmovedora.

Luchadora hasta el final. Para que vean que por lo menos una cosita tenemos en común: la presi también entrena corriendo. Fuente: www.frak-that.com

Por otro lado, lo que me apena del personaje es que, de tanto pelear, de tanto bregar en pos de salvar los restos del naufragio universal, hay un punto en el que se olvida de sí misma. Se aísla. De tanto preocuparse por todos los ciudadanos ha llegado a no involucrarse con ninguno a nivel sentimental. Por un tiempo, da la impresión que no se permite sentir, que se ha rodeado de una coraza de cordialidad y buen trato que, en el fondo, sólo logra dejar afuera del círculo íntimo a todos los que la quieren. Y, de hecho, hay muchos que la quieren bien y se preocupan por ella. Y, por suerte para el personaje y para mi corazón de fangirl, uno de ellos es lo suficientemente cabeza dura como para no soltarle la mano hasta que no le quede más remedio que abrir su corazón y no sólo dejarse amar sino corresponder de la manera que semejante compañero se merece. El almirante William Adama, uno de los "feos" más hermosos de la ciencia ficción, es el complemento ideal para esta mujer frágil y fuerte a la vez. Juntos son una potencia de temer. Juntos pueden rehacer una sociedad desde sus cimientos. Pero el romance entre la presidente y el militar es algo tan precioso y preciado para mí que de eso prefiero hablarles en otra ocasión.

Sé por experiencia lo que cuesta dejar que un señor nos cuide, y más todavía acostumbrarnos a que eso está bien y nos lo merecemos, pero... vamos, Lauri, era hora que relajaras, ¿no? Fuente: www.tumblr.com

En fin, de momento no puedo agregar nada más. Habría tanto para decir de esta mujer extraordinaria, pero lo único que voy a pedirles es que, si no vieron la serie todavía, lo hagan. Nunca está de más que la ficción nos lleve contra las cuerdas, nos ponga frente al espejo y nos obligue a reconocer lo más tremendo y lo más sublime que guardamos en nuestros corazones.

sábado, 7 de marzo de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (I): Brienne de Tarth

Tengo la impresión que prácticamente todas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas, sentimos que no estamos a la altura de las circunstancias. Que no somos capaces de cumplir con las expectativas que se generaron en torno nuestro. Que alguien puso el listón a una altura ridícula o, peor aún, que vamos corriendo por el andarivel equivocado.
No es para menos. Nuestra sociedad exige y requiere de su población femenina un cúmulo de elementos que, francamente, menoscaban la seguridad de cualquiera. Hay que ser bella, proporcionada o, por lo menos y cuando la naturaleza no nos ha dotado, elegante. Millones de mujeres corren en pos de un ideal inalcanzable que parece esconderse detrás de la próxima crema humectante, o sesión de ondas rusas, o rutina de tae-bo, cuando no en la magia del bisturí del cirujano plástico de moda. Por si el plano estético fuera poco (y pensando en ese aspecto nomás ya me agoto), se nos exige ser profesionales, y de éxito reconocido si es posible. En un mundo reglado por valores masculinos, se nos presiona para que juguemos con esas reglas y venzamos en la propia liza de los varones, cuando cualquier mujer desde pequeña intuye que, muchas veces, el verdadero suceso es silencioso e invisible. Y encima de todo eso, que ya de por sí es una montaña de quebraderos de cabeza, seguimos atadas al mandato patriarcal: hay que ser madres y esposas. El que me diga que no, que esa es una exigencia perimida y que me he quedado en el pasado, que me permita una sonrisita socarrona. Pierdo la cuenta si me pongo a recapitular cuántas de mis amigas, todas ellas dueñas de título universitario o profesión independiente, satisfechas con sus vidas y en pleno dominio de sus futuros, han debido afrontar la mirada censora de familiares y amigos porque... frisando (o pasando) los treinta, seguían solteras y sin hijos. Desde el argumento social al biologicista, pasando por el económico y el clínico, estas hermosas damas eran bombardeadas con las expectativas acerca de su fecha de caducidad maternal, y blanco de críticas o juicios de valor francamente desubicados. La liberación femenina ha sido un cuento, queridas mías, o en el mejor de los casos es una promesa a medio cumplir aún.
Diosas sexys, profesionales destacadas, madres abnegadas y amantes esposas. Así nos quiere la sociedad. Así de grande es el dolor de cabeza que podemos llegar a llevarnos si intentamos cumplir el mandato a rajatabla. Y es por eso que, pienso yo, muchas mujeres empatizamos de inmediato con la historia de Brienne de Tarth, heroína -si las hay- en la saga literaria de George R. R . Martin, Canción de Hielo y Fuego.


Brienne, la Doncella de Tarth, la "Moza"... es el epítome del "outsider", de la persona que no encaja en ninguna parte porque ha desarrollado un camino singular. El gran dolor de su vida es, precisamente, que no ha podido ser para su padre ni una buena hija, ni un buen hijo. Y esto merece una explicación.
Martin se encarga de describírnosla permanentemente como una muchacha poco agraciada, cuando no abiertamente fea. De rostro ancho y pecoso, labios gruesos, cabello rubio pajoso, pecho plano y estructura recia en general, dice el autor que su único atributo físico son sus espléndidos ojos azules (los ojos asombrosos e increíbles que tanto fascinan a Jaime Lannister). ¿Es esto suficiente para convertirla en una marginada? Teóricamente no. Ayer y hoy, más allá de los mandatos anteriormente expuestos, la carencia de belleza corporal no ha sido un impedimento definitivo a la hora de insertarse socialmente, tanto en lo laboral como en lo sentimental. De lo contrario, todas las que no somos top model estaríamos en serios problemas. El caso es que, para la dinámica de la época en que se sitúa la historia, que exigía de las mujeres los roles clásicos de esposa y madre, nuestra querida niña ha entrado al mercado matrimonial con la pata izquierda. De pequeña estuvo comprometida con un muchachito que falleció en una epidemia antes de llegar a la edad de casarse. Y después de eso, no hubo más que intentos fallidos para Brienne: o era rechazada, o ella rechazaba al candidato. ¿Qué hubiera ocurrido si su primer prometido hubiese llegado a la adultez? Nunca vamos a saberlo, pero me atrevo a pensar que no habríamos tenido cuento de la Doncella Guerrera, porque fea o no, la dama de Tarth habría terminado casada y con niños.

Brienne por Enife. Fuente: http://th02.deviantart.net/fs71/PRE/i/2011/239/d/b/brienne_of_tarth_by_enife-d47zhkd.jpg

De modo que no es su fealdad lo que la aleja de la media, sino su opción profesional, tal vez guiada en parte por otra característica física: su tamaño. Brienne es enorme, es un monumento de mujer, mucho más alta que la mayoría de los hombres con los cuales se cruza en su camino, absolutamente dotada por la naturaleza para manejar una espada, un hacha de guerra o, simplemente, sus fuertes puños en combate. Con lo cual resulta hasta esperable que haya decidido seguir el camino de las armas y convertirse en caballero.
Ya el género del sustantivo nos habla del carácter único de su decisión: no existe en castellano una palabra que equivalga al femenino de caballero. Creo que tampoco en inglés, que es el idioma original de estos textos. Lo cual no es ocioso: la palabra no existe porque se supone que el concepto que designa tampoco.En un ambiente medieval es impensable el desarrollo de una mujer que tenga habilidades de combate, porque la guerra es cosa de hombres (y de hombres nobles, para más datos). Una mujer que decide adoptar como propio el ethos del guerrero está, en ese contexto, decididamente cruzando una línea. Y ahí sí que la sociedad no se lo va a perdonar. En el caso de Brienne menos todavía. ¿Por qué? Porque es tan competente, sus habilidades bélicas alcanzan tal idoneidad y, para colmo de males, su vida y acciones revelan tan a la perfección la plasmación del modelo de comportamiento caballeresco que, para los varones, resulta vergonzante: han sido vencidos en su propia liza por una representante del sexo femenino, la "outsider" resultó ser mejor que ellos mismos en su propia cancha. El orgullo masculino no puede perdonar semejante "perversión" de las reglas. Es el mismo mecanismo por el cual no se perdona, o se cuestiona, a la mujer de negocios que logra ser más pícara que sus competidores, o a la política que no la juega de "dulce" y debate con sus compañeros y opositores en el Congreso de igual a igual, sin dar tregua ni pedirla.

Brienne según MisStick. Fuente: http://fc06.deviantart.net/fs70/i/2011/256/e/e/brienne_of_tarth_by_misstick-d49r1dl.jpg

Esa es una de las razones por las que amo a Brienne. Hay que ser muy valiente y muy fuerte para animarse a desafiar así a la sociedad que la rodea, para decidirse a ser una misma aunque al resto le pese tanto. Creo que ahí está la clave del porqué la rubia grandota es admirable e imitable al mismo tiempo.
A todo lo cual se suma otro factor: aunque a primera vista pueda parecer que la doncella de Tarth, por vestimenta y modos, parece mimetizarse con lo masculino, tal concepción me parece errónea. Brienne sigue siendo profundamente femenina. Conserva una sensibilidad exquisita (es que la sensibilidad, lamentablemente, es un atributo que solemos asociar a las mujeres, cuando se trata de una cualidad humana general). Ella se conmueve permanentemente: con la suerte de los débiles, con la de otras mujeres, con la de los heridos. Está siempre del lado de los pequeños, de los despreciados. Pero no desde la altura del caballero salvador, sino desde la empatía de una hermana, de alguien que comprende el sufrimiento ajeno porque ha sido capaz de encarar el propio. ¿Cómo no simpatizar con ella, entonces?
Por otro lado, Brienne sufre de una gran carencia que es, justamente, la que me permite verla como una marginal: no tiene grupo de pares. Esto es notable en la obra de Martin. Observemos una cosa: no se trata de la única mujer guerrero que encontramos en tales páginas. Tenemos, por un lado, a las hijas de la Casa Mormont de la Isla del Oso (mis mujeres favoritas de toda Canción de Hielo y Fuego); por el otro, las Serpientes de Arena del Dorne (no todas son guerreras en un sentido tradicional pero, por voluntad de su padre, Oberyn Martell, cada una de ellas ha desarrollado armas con las cuales enfrentar la vida). ¿Qué tienen estas mujeres que le falta (y le hace falta) a la Bri? Que no están solas. Que forman grupos en los cuales pueden apoyarse y acompañarse. Grupos que constituyen una red de contención frente a las adversidades de una sociedad que, en general, no está preparada para entenderlas. Lo que Brienne de Tarth necesita desesperadamente son amigas. Otras mujeres que la traten de igual a igual, que la comprendan, que no la cuestionen por lo que es, que la confronten si es necesario, pero desde el amor, desde el respeto, desde la tolerancia y la aceptación. Y les aseguro que, gustosamente, yo sería amiga de esta mujer excepcional, aunque no me considero ni por un momento a la altura de tales circunstancias. Y es por eso que este artículo quiero dedicárselo específicamente a mis amigas, como regalo del Día de la Mujer, por todas las veces que ellas han sido mi red de seguridad.
Supongo que hay muchísimo más para decir sobre Brienne, pero creo que por mi parte ya va siendo suficiente (no los quiero atosigar con mi admiración). Ahora sí, lo que me gustaría es conocer sus opiniones acerca de mi querida "rubia grandota" (que es la forma cariñosa con la cual me refiero a ella en mis conversaciones cotidianas).

domingo, 1 de marzo de 2015

Celebrando una fortaleza poco convencional.

Comienza marzo, y la loca doméstica ha decidido que es el momento de poner un poco de acción en este blog. Así que vamos a movernos, y ya que el 8 conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, tendremos una serie de posts acerca de -algunas- de mis mujeres favoritas de la ficción.
La literatura, el cine y la televisión nos han legado un cúmulo de personajes femeninos de lo más variopintos. No voy a entrar en el debate acerca de los estereotipos, pero no porque no crea que, en muchos casos, el arte ha sido un fiel instrumento en manos de la cultura patriarcal aún dominante, sino porque esta vez prefiero centrarme en algunos aspectos constructivos y positivos. En gran cantidad de oportunidades, efectivamente, las manifestaciones artísticas han fungido también como verdaderos ejemplos de lo que una dama puede llegar a ser y hacer, desafiando incluso los cánones preestablecidos de lo que se considera propio del género.
Que un personaje literario o fílmico llame mi atención no tendrá que ver estrictamente con su carácter femenino, sino con el hecho de llevar adelante esa femineidad con un cierto estilo. Es decir, para que una heroína me conmueva tiene que reunir una serie de cualidades (lo cual vale también si habláramos de hombres ficticios, pero esta vez no es el caso) que, me hago cargo, tienen que ver con mi propia idea del tipo de mujer que yo misma quisiera ser. No me engaño pensando que estas mujeres son mis "alter-ego", sino que en cierta forma conforman una especie de faro para mí, marcas señeras en el camino que me indican en qué sentido trabajar en pos de la superación personal. Y tampoco me parece que repetirlas en mi propia vida sea algo positivo, sino que, simplemente, se trata de modelos de comportamiento de los cuales tengo cosas que aprender.
Y también, por qué no, estas mujeres son indicadores de peligro. Porque no son perfectas. Porque, a la par de esas virtudes que las hacen únicas, padecen o incluso cultivan con esmero ciertos defectos frente a los cuales al igual nos alertan.Y eso, justamente, las hace tan maravillosamente humanas, tan entrañablemente cercanas. Jean-Guy Gouttebroze, medievalista que estudié con deleite en mis años de investigación universitaria, hablando sobre la santidad, señalaba la diferencia entre santos "admirables" y santos "imitables". Los primeros nacían con una sobrenaturalidad infusa, que los convertía en luminarias para la comunidad, pero eran tan perfectos, estaban tan por encima de las capacidades de la humana criatura, que no proporcionaban un ejemplo válido para la vida cotidiana del cristiano promedio. Los segundos, en cambio, construían dolorosa y trabajosamente el edificio de su propia santidad: eran falibles, cometían errores, pecaban, "se daban de cabeza contra la pared", pero emergían fortalecidos de esas pruebas y luchaban hasta el último suspiro por elevarse, más y más, hacia el ideal que perseguían. En ese sentido, eran modelos posibles de ser seguidos por la grey cristiana. Y así ocurre, me parece, con las tres mujeres a las cuales pienso dedicarle mis análisis en este mes que celebra lo femenino: están más cerca de lo imitable que de lo admirable.
Ellas son Brienne de Tarth (Canción de Hielo y Fuego), Kira Nerys (Star Trek: Deep Space Nine) y Laura Roslin (Battlestar Galactica).
La elección tiene más que ver con pertenecer a los tres fandoms a los cuales me encuentro abocada últimamente que con otro tipo de razones. Tengo muchas otras mujeres en mi lista de personajes favoritos, como por ejemplo Josephine March (de la serie de Louise M. Alcott), pero a los efectos de hacer más manejable el material de trabajo, decidí realizar el recorte mencionado.
Y, aunque a primera vista parezca extraño, las tres tienen varios elementos en común.
El primero y que, en cierta manera, implica a todos los demás, es la fortaleza. Es un trío de mujeres capaces de afrontar la adversidad mirándola decididamente a la cara, y eso sin perder ni por un momento la calidez y la empatía que, se supone, son mérito de lo femenino.
Brienne la Azul, con una armadura que "hace juego con sus ojos" :) Fuente: www.fanpop.com

En este sentido, no hay duda sobre el valor de Brienne. La mujer caballero, en un mundo donde esa profesión no tiene sustantivo femenino (¿caballera? la palabra ni siquiera existe). Una guerrera temible, capaz de derrotar por magnitud física y por entrenamiento a los mejores espadachines de Poniente. Y, sin embargo, su fortaleza más importante no está en su imponente corpulencia, sino en su profunda humanidad. A la fortaleza une la templanza de ánimo, una serenidad que le permite afrontar terribles pruebas, justamente en las situaciones donde el hecho de ser una fémina parece ponerla en desventaja (la pobre de Bri se pasa la mitad del tiempo corriendo el riesgo de ser ultrajada).

Para el que no la conoce, puede parecer que Nerys está siempre a punto de morderte, pero no es así... debajo de la coraza (resultado de años de vivir en la guerrilla) hay un corazón entrañable. Con ustedes, la reina indiscutida en el universo de la loca... Fuente: www.wikimedia.org

Criada en un planeta ocupado por el enemigo, habiendo ingresado en la resistencia bajoriana con apenas trece años de edad, nadie puede decir que la Mayor Kira Nerys no es un dechado de fortaleza. Ha aprendido a resistir el hambre, el frío, el cansancio, las incomodidades. Ha afrontado la muerte temprana de muchos de sus seres queridos, y ha visto fallecer a su lado a incontables compañeros. Nada de eso la ha hecho perder de vista el objetivo final: la liberación de su pueblo. Esa esperanza la ha mantenido viva y, en el caso de Nerys, ha tenido que ver también con su profunda fe. Nerys es una creyente convencida en los Profetas y, por lo tanto, los padecimientos vividos no le han hecho renegar de la posibilidad que tanto sufrimiento vaya a terminar en un mundo mejor. Más allá del hecho que, a veces, su carácter fuerte la haga parecer un tanto brutal, la Mayor Kira es un ser profundamente optimista.


La mujer de las decisiones difíciles, con una entereza moral que serías capaz de seguir hasta la muerte. Por siempre, la presi Roslin. Fuente: www.themarysue.com

Y, si hablamos de fortaleza... ¿qué no vamos a decir de la presidente Laura Roslin? No sólo tiene que hacerse cargo de una responsabilidad política que, tal vez, nunca se había propuesto ocupar, al llegar a la presidencia por acefalía del ejecutivo, cuando su papel original era el de Secretaria de Educación; no sólo se convierte en la líder de los remanentes de una humanidad masacrada en un exterminio masivo; no sólo debe guiarlos hacia una nueva tierra, porque sus hogares originales han quedado devastados, en una suerte de éxodo espacial. Sino que todo eso debe hacerlo lidiando, al mismo tiempo, con sus propios demonios, en la forma de un cáncer terminal. Si la Roslin no es una mujer fuerte, yo no sé de qué estoy hablando.
Pero no me quiero explayar más. Hay muchos otros rasgos que las tres comparten. Esa fortaleza, por ejemplo, viene en contrapunto con una dulzura profunda en cada uno de los casos. Ninguna de ellas, además, es inmune al amor, y el vínculo que establecen con sus compañeros también merecería análisis. Por eso la propuesta es profundizar en cada una de ellas a lo largo de este mes de marzo, dedicado a brindar por lo femenino. Hagamos que vaya más allá de la mera frase hecha, o de regalar una rosa o un bombón el día 8 (que bienvenido sea, pero no nos quedemos solamente en eso...)
Y, si quieren, mientras busco inspiración para los artículos que siguen, cuéntenme cuáles son sus mujeres inolvidables. Pueden o no ser de ficción. Me encantaría conocer sus opiniones...