sábado, 18 de octubre de 2014

Cairo Time: un momento fuera del tiempo


A veces ocurren cosas que interrumpen el ritmo rutinario de nuestras vidas. Una excursión, un día libre inesperado, un rato al sol mirando el brillo que tiene el aire una tarde de primavera, el olor del pasto mojado después de la lluvia. Entonces parece que se hubiera abierto una brecha en la continuidad del tiempo, y que estuviéramos de incógnito en una tierra paralela, donde la felicidad es sencilla y posible. Algo así da la impresión que les pasara a los protagonistas del sereno romance que es la película Cairo Time. Algo así me ocurrió a mí misma mientras la disfrutaba.
Trailer en inglés

Esta joya tiene sus años: se estrenó en 2009. Es fruto del genio de una joven cineasta canadiense de raíces orientales, Ruba Nadda. La protagonizan Patricia Clarkson y Alexander Siddig, y cuenta con una excelente banda sonora realizada por Niall Byrne, con algún tema del renombrado Yann Tiersen. Hago especial hincapié en la música porque no solamente es de una belleza transportadora, sino que parece un personaje más. El sonido no es un simple soporte, cuenta a su modo su propia parte de esta historia encantadora.
Trailer en castellano (ojo, es un poco tramposo)

Primero, la reseña breve, sin spoilers.
Juliette (Patricia Clarkson) es una mujer frisando los cincuenta años. Es editora de una revista femenina de actualidad, y se encuentra justo en ese momento en que las madres comienzan a recobrar su libertad, dado que sus dos hijos ya han crecido y se han independizado: el varón acaba de contraer matrimonio, y la chica se ha ido a vivir sola. Decide, entonces, realizar el viaje que venía planeando junto con su marido desde hacía bastante tiempo: una visita al Cairo. Mark, su esposo (Tom McCamus), trabaja para las Naciones Unidas y se encuentra prestando servicio en Gaza, con lo cual el matrimonio decide encontrarse en la capital egipcia para pasar las vacaciones.
Juliette recién llegada al Cairo - Patricia Clarkson, impecable en su papel. No se pierdan sus entrevistas sobre la película, es una mujer risueña, cálida e inteligente a la cual da gusto escuchar y ver...

Pero resulta ser que las cosas se complican con el trabajo de Mark, quien se ve imposibilitado de acudir a la cita. Por ello debe recurrir a Tareq (Alexander Siddig), un amigo egipcio que también sirvió para la ONU pero que ya se ha retirado, al cual encarga que busque en el aeropuerto a Juliette y le sirva de anfitrión hasta que él pueda reunirse con ella. Y de esa forma comienza esta película, con nuestra protagonista llegando al aeropuerto internacional de El Cairo y siendo recibida por un perfecto caballero oriental: amable y considerado, Tareq se pone a su servicio. La acompaña hasta el hotel y se despide no sin antes pedirle que no dude en recurrir a él ante cualquier inconveniente.
Ruba Nadda declaró que escribió el rol de Tareq con Alexander Siddig en mente... por si alguien todavía no entendía porqué en el imaginario medieval a Saladino solamente le faltaba ser cristiano para ser el caballero perfecto... pero si hasta Paty Clarkson admitió abiertamente que su compañero de reparto está fuertísimo... (soooo, Guille, mantén en orden la zona fangirl!)

Sabiendo que tiene por delante un compás de espera indeterminado, Juliette decide aprovechar el tiempo y explorar la ciudad, sin atender mucho a las recomendaciones de Mark al respecto, acerca de lo poco conveniente que puede resultarle a una mujer occidental internarse por las calles de El Cairo, sola. De esta manera, se encontrará perseguida, primero tímidamente pero después de forma indisimulada, por un grupo cada vez mayor de admiradores, la mayoría de los cuales podrían ser sus hijos. Luego de algunas peripecias termina recalando en el café del cual es propietario Tareq, quien inmediatamente comprende la situación y se ofrece para acompañarla en sus vagabundeos, haciendo un poco el papel de guía turístico.
El paseo por el Nilo. Realmente me encantó la química que desarrollan Patricia y Sid en pantalla...

No puedo desarrollar mucho más la trama sin caer en spoilers, aunque es casi inevitable que, antes o después, termine contándoles más de lo que debería. De modo que, si no vieron la peli o les molestan las anticipaciones, yo les diría que vayan con cuidado en la lectura, desde aquí en más.





Pero es muy fácil imaginar lo que viene a continuación. Juliette y Tareq descubren que pueden entenderse profundamente, aunque son diferentes y provienen de situaciones completamente distintas. Entre ellos se establece un romance que está hecho de palabras y miradas, de silencios compartidos, de recuerdos, de intercambios de opiniones, del intento por ponerse en el lugar del otro y saltar la brecha cultural que, de todas maneras existe... de algún que otro roce de manos y, en un plano físico, de muy poco más. Es a través de los ojos de su anfitrión que la mujer occidental logra comprender ese mundo extraño en el cual se ha internado, que tiene su innegable encanto pero, a la vez, aristas que ella no está dispuesta a aceptar.
Porque, más allá de su mutuo entendimiento, ambos proceden de mundos que no siempre van a congeniar. Juliette se preocupa, por ejemplo, cuando ve que el destino de las mujeres pobres en Egipto pasa por trabajar desde niñas para conseguir una buena dote y casarse dignamente, y que ello supone el no poder asistir a la escuela. Ante lo cual Tareq le hace ver que no le corresponde ponerse en el rol de "los occidentales que van a venir a arreglarlo todo en Oriente". Reflexión que apunta directamente a los fallos de nuestra propia sociedad. Hay algo básicamente hipócrita en aquel que se rasga las vestiduras ante las injusticias en otros países, pero no reconoce, o no trabaja por disminuir, las desigualdades que hay en el propio. A veces no vemos más allá de nuestro propio barrio, pero como argentina sé que no tengo que viajar a oriente para encontrarme con niñas (y niños) inadecuadamente escolarizados por motivos económicos.
Pero no es de estos temas de los que va a tratar, centralmente, Cairo Time, y no es en especial la barrera cultural el obstáculo interpuesto entre los enamorados. Son sus propios sentimientos, principalmente los de Juliette (o por lo menos así lo percibimos, ya que la historia está narrada sólo desde su punto de vista), quien ama entrañablemente a su esposo. Esto le plantea un dilema terrible. Cuando creemos que tenemos nuestra vida resuelta, hemos encontrado un amor estable, duradero y sólido; trabajamos de lo que nos gusta, sin demasiadas complicaciones... ¿qué hacemos si, inesperadamente, surge una persona que pone nuestro mundo del revés? ¿Lo arriesgamos todo en pos de un sentimiento que puede no pasar de ser meramente un sueño? ¿O nos quedamos con nuestra vida conocida, preguntándonos para siempre qué hubiera ocurrido si hubiésemos cedido al impulso que nos arrebataba? Creo que, si esta película me deslumbró tanto, es porque no me cuesta nada imaginarme, dentro de diez años, en los zapatos de Juliette. Y, conociéndome como me conozco, creo que yo tomaría exactamente la misma decisión que elige nuestra protagonista. Y así, toda la historia queda teñida para mí con la melancolía dulce del paraíso perdido apenas entrevisto.

Y aquí hay una cosa que destaco mucho de esta producción. Hubiera sido muy fácil recurrir al expediente telenovelero de presentar a Mark falleciendo trágicamente, como un héroe, en la franja de Gaza, y dejando así a su viuda libre para entregarse a su propia versión de Las Mil y Una Noches. También hubiera resultado sencillo recurrir al muy posmoderno lema del vivir el momento sin pensar en el después: en nuestro mundo de las satisfacciones inmediatas, nadie se habría escandalizado demasiado si la aventura de estos amantes florecía durante una noche para ser descartada a la mañana siguiente. Pero, por suerte para mí, Ruba Nadda pertenece a los románticos de la vieja escuela, y optó por el camino difícil, el de la sinceridad. Sus personajes son responsables, se hacen cargo de las consecuencias de sus propias acciones, y eso los torna tremendamente trágicos y queribles.
Ella había prometido conocer las pirámides con su esposo... pero era lo único que podía darle a Tareq

Hay una serenidad inefable que recorre toda la obra. Como reflexionaba la propia Patricia Clarkson en una entrevista, la historia conmueve porque podría pasarle prácticamente a cualquiera: los personajes son seres humanos comunes y corrientes, y entre ellos surge una historia que debe repetirse miles de veces cada día... pero para sus protagonistas es totalmente extraordinaria. Como la vida misma de cada uno de nosotros que, de vez en cuando, es tocada por un ángel extraño y, entonces, se desata la magia.
Gracias a todos los involucrados es esta joyita inesperada para mí... por permitirme vivir también un momento fuera del tiempo.