jueves, 31 de diciembre de 2015

Una heroína al estilo Chandler: Jessica Jones

No quería dejar que el año finalizara sin escribir alguna entrada, a modo de cierre del ciclo. Podría haber hablado de muchas cosas, pero prefiero dejarles un conjunto de impresiones acerca de una serie que estuve viendo hace muy poco, y que realmente me atrapó, al punto de terminar su hasta ahora única temporada en más o menos una semana. Se trata de la producción original de Netflix, basada en el cómic de Marvel, Jessica Jones.
La verdad es que no soy muy afecta al género, pero la influencia de dos amigos (uno virtual y el otro "presencial") que saben un montón del tema y además lo cuentan de forma fascinante, me animó a internarme en esta ficción. Así que agradezco a Elwin y a Federico por el impulso que me dieron, ya que realmente me lo pasé muy bien con esta historia.
Para entrar en tema, y sin spoilear a quien no haya visto este programa, podemos decir sucintamente que Jessica es una mujer entre los veinte y muchos y los treinta y pocos, que se gana la vida como detective privado, que es una solitaria, aunque de afectos sólidos, y que sale de lo común porque, merced a un accidente, ha adquirido superpoderes. La serie no se adentra mucho en de qué se tratan los mismos, dejándonos ver que la muchacha posee una fuerza descomunal y es capaz de saltar distancias fantásticas, a tal punto que parece poder volar aunque, según ella misma manifiesta, se trata más bien de "una caída controlada". Así las cosas, el motor dramático del relato tiene que ver con la reaparición de Kilgrave, el villano teóricamente fallecido, que actúa como némesis de la protagonista.
Toda la atmósfera en que se desarrolla la historia me llevó a sentir, desde el primer capítulo, que me estaba adentrando en una novela de Raymond Chandler, aunque con condimentos especiales, justamente a raíz de poseer la heroína este tipo de supercapacidades. Pero el halo de nocturnidad, la sordidez de los ambientes en que Jessica se mueve con soltura (aunque permanentemente tenemos la sensación que ella no pertenece a esos ámbitos), los bares, la presencia de los informantes con vida de marginales, y el aire de nostalgia cínica de la protagonista nos remiten al espectro de la novela negra. No me atrevo a afirmar que la Jones sea la versión femenina de Philip Marlowe, pero tienen muchos puntos en común.
Partiendo de lo básico, la profesión: detectives privados, con la salvedad que el protagonista chandleriano no solía aceptar casos relacionados con divorcios y, aparentemente, el seguir maridos o esposas infieles, documentando gráficamente sus andanzas, es el pan de cada día para Jessica. Otro elemento obvio es el cinismo, el aparente desencanto con la vida, el decadentismo de ambos personajes. Los dos viven en ambientes sórdidos, desordenados, oscuros. Ninguno de los dos parece poseer más de lo que lleva encima, y tampoco dan señales de preocuparse por eso. Arrastran su vida personal como si fuera un peso, del cual consiguen olvidarse sólo de dos maneras: trabajando, o bebiendo. Porque justamente otra característica de nuestra heroína es su afición a las bebidas fuertes, las cuales, salvo por alguna que otra resaca, no parecen causarle graves efectos. ¿Será a causa de sus superpoderes? ¿O meramente por el acostumbramiento?
Cuando decidí preparar esta entrada encontré, leyendo sobre las características del detective emblemático de Chandler, un análisis en el cual se comentaba que uno de los rasgos que diferencian a Marlowe de otros personajes similares, es su importante cimiento moral y el hecho que, bajo la fachada del cínico mujeriego, se esconde un hombre de sentimientos profundos, un idealista que, en el fondo, es todo un romántico. Creo que incluso en este punto podemos trazar el paralelismo con Jessica Jones.
Aquí es donde entra a jugar la que se transformó en mi personaje favorito de la serie: Trish Walker, amiga de la adolescencia, casi podemos decir hermana de la protagonista. Nuestra detective no tiene familia (otro elemento que la asemeja a Marlowe) ya que tanto sus padres como su hermano menor fallecieron en un accidente. Luego de esto, la joven fue adoptada por la madre de Trish y, a partir de ese momento, ambas muchachas comenzaron a forjar, con idas y venidas, una amistad que es, por lejos, el vínculo más sólido y sano de todo el programa. Con un pasado de "niña prodigio" sometida  a los dictados de una madre despótica que pretendía resarcirse, a través de la carrera de su hija, de las heridas de todos sus fracasos, Walker ha llegado a convertirse en una locutora radial de sólido prestigio, conduciendo el programa más escuchado de la ciudad. Justamente, el intenso vínculo con Jessica parte del hecho que ha sido su amistad, su apoyo e incluso el recurso a sus poderes lo que le ha permitido romper las cadenas que la ataban a su abusiva mamá. Como contrapartida, Trish actúa cual una suerte de faro que guía a su amiga en caso de necesidad, una especie de ancla que la mantiene con los pies en la tierra, y que se preocupa por su bienestar como lo haría una auténtica hermana. La verdad es que forman una dupla genial.
Los analistas opinan que otro rasgo determinante en Marlowe es que se rehúsa a recurrir a la violencia y al asesinato. En el caso de Jessica, vemos que también rechaza el hecho de matar por matar. Incluso si eso tiene un alto costo, la violencia extrema será para ella un último recurso. En varias ocasiones la vemos ante la posibilidad de matar a su archienemigo, pero considerará que le es más útil con vida. Tendrán que pasar muchas cosas hasta que nuestra heroína se replantee su forma de pensar frente a este tipo de crimen.
Ante tantas similitudes, llega un momento en que uno se detiene a reflexionar, y surge la pregunta: ¿Es Jessica Jones un calco espejado de algún personaje masculino, que se ha pretendido transformar en mujer para tener contentas a las feministas? ¿Hubiera dado lo mismo que, en lugar de Jessica, la serie estuviera protagonizada por un James?
Mi respuesta es que no. Precisamente por la relación de la que hablé más arriba: el vínculo fraternal con Trish, creo yo, no podría haber quedado tan bien plasmado si el lugar de Jessica lo ocupase un personaje masculino. No es porque no crea en la amistad entre hombres y mujeres, que sí creo en ella, sino porque el tipo de nexo que estas dos jóvenes entablan tiene rasgos que sólo se ven en la fraternidad de mujeres. No sé muy bien cómo explicarlo, pero creo que cualquier chica (de cualquier edad) que vea la serie podrá sentirse reflejada, junto a su mejor amiga o a su hermana confidente, en el lazo que une a Jess y a Trish.
De hecho, la serie está llena de personajes femeninos convocantes. Otro de los que más me movilizaron fue el de Jeri Hogarth, una abogada de renombre, cortante y precisa como un bisturí, manipuladora y bastante floja en cuanto a escrúpulos profesionales, interpretada de forma impecable por la célebre Carrie - Anne Moss. Este personaje, genio y figura de lo que en mi país llamaríamos "un ave negra" o "carancho", que es la manera en que se le dice a los abogados más interesados en lucrar con la justicia que en edificarla, contrata eventualmente a Jessica para conseguir pruebas que le permitan cerrar exitosamente sus casos. Como condimento, Jeri es lesbiana, está casada, engaña a su esposa con su secretaria (quiero hacer la salvedad que nada de esto es spoiler, queda claro desde el primer episodio), y esta situación la lleva al borde del divorcio. Como personaje es tremendamente interesante y está actuado con maestría.
Otra vez me surge la pregunta: ¿podríamos poner un hombre en el lugar de Jeri? ¿Las cosas serían diferentes, en ese caso? Esta vez, mi respuesta es distinta. Tengo la sensación que no se perdería ni se añadiría prácticamente nada si el personaje de la abogada lo representara un varón, más allá del obvio hecho que siempre es bienvenido que la ficción refleje la pluralidad de orientaciones sexuales que hay en nuestra sociedad. Desde ese punto de vista, me parece perfecto que se incluya la homosexualidad femenina y que se la presente en el contexto de una pareja estable con sus idas y vueltas.
Pero hecha esta salvedad, estuve investigando un poco y me encontré conque en el universo del cómic, el personaje en que está inspirado la doctora Hogarth es un hombre, tal como se explica en este enlace. La verdad, les confieso que esta situación aún me provoca sentimientos encontrados. No sé si me parece positivo o negativo el hecho que, por una vez que aparece una lesbiana en la ficción, y encima en un papel interesante, la guionen de manera que quede casi intercambiable con un varón. Por un lado, me enoja un poco. Creo que le quita singularidad al personaje, que podría haber sido claramente distintivo, desmarcándose un poco del típico trepador que sienta en sus rodillas a la secretaria. Por otra parte, no lo veo del todo mal, porque nos hace enfrentar el hecho que la falta de escrúpulos no es privativa de un sólo sexo. Supongo que no era cuestión de dar por sentado que, por ser una mujer homosexual, tenía que estar más allá de este tipo de situaciones. Pero, por otro lado, me sigue sonando a que los guionistas se limitaron a tomar un papel masculino y ponerle faldas. Les repito, todavía no termino de procesar lo que siento y opino sobre el particular; sus puntos de vista serán muy bienvenidos.
Más allá de esto, no tengo más que buenas calificaciones para esta serie. Me entretuvo, me mantuvo enganchada de principio a fin, los personajes en general me parecieron convincentes y entrañables. Y eso que no hablé nada de unos cuántos que merecerían párrafo aparte, como Malcolm, el vecino de Jessica, o el propio Kilgrave, que es un villano con profundidad, y le escapa al estereotipo del "malo porque sí". Por lo tanto, no me queda más que recomendarles, si aún no la vieron, que lo hagan. Déjense llevar por Jessica a su universo digno de Chandler: estarán en buenas manos.
¡Y muy feliz año nuevo para todos!

sábado, 28 de noviembre de 2015

Navíos... de todo tipo.

Desde chica me ha gustado escribir, aunque reconozco que soy un desastre. Hace rato que no me daba una vuelta por este lugar y, como no quisiera que este blog languidezca del todo, he decidido que, por lo menos, les voy a dejar este cuentito que acabo de terminar. Me comprometo a regresar, en breve, con alguna reseña más interesante, ya veremos específicamente de qué tema en especial.
De momento, les acerco este relato...

Navíos.- 


Amanecía lentamente sobre las aguas del puerto. Desde su ventana, mientras saboreaba el primer café del día, Henry observaba las embarcaciones y meditaba sobre el año que estaba a punto de terminar. El aire estaba lleno de sonidos. Algunos provenían del exterior, como los graznidos de las aves que ya comenzaban a disputarse los restos de pesca; otros eran más cercanos, y generaban una atmósfera de grata intimidad hogareña, como el suave suspiro de la respiración de Cathy, aún dormida a sus espaldas.
Ahora que se tomaba su tiempo para pensarlo, aquel había sido un año extraordinario. Y no sólo por haber podido, finalmente, concretar su matrimonio con quien fuera su novia de toda la adolescencia. El joven debía reconocer que, aunque le resultara inevitable sentir un pinchazo de culpa, haber recibido su primera comisión como capitán de fragata era el hecho en torno del cual estaban vertebrados los últimos meses.
Convenientemente alojados en una edificación de la zona portuaria, los esposos habían ordenado su habitación en una estancia que daba a los muelles. Desde la ventana del cuarto matrimonial, Henry podía deleitarse en la contemplación de los mástiles de su navío, surto en el amarradero junto con otros tantos de la Real Armada. Pero, para él, los tres palos de la Eliza era especiales, más esbeltos, más elegantes, más sólidos que los de todos los barcos allí amarrados.
Sonrió brevemente frente a ese pensamiento. Era evidente que, como capitán, se hallaba enamorado de su embarcación, y con esa óptica no siempre imparcial la contemplaba. Por lo que sabía, lo mismo le ocurría a todos aquellos que lograban llegar a un puesto de comando.
La guerra contra Francia napoleónica había alcanzado un punto sin retorno durante ese año, y por tal razón, varios tenientes habían sido promovidos a capitanes y comisionados con su primer barco. Henry se contaba entre ellos, promoción que le había granjeado la holgura económica necesaria para casarse y establecerse. Pero había disfrutado poco de su nuevo hogar, ya que los meses pasaron yendo y viniendo por el Canal y por la costa bretona, en una misión tras otra.
Cuando se hallaba en alta mar, no siempre tenía tiempo de extrañar a su esposa. Cuando había calma, cuando el enemigo no intentaba abandonar los puertos o burlar los bloqueos, entonces sí, podía pensar en ella. Pero en medio de las escaramuzas y los bombardeos, cuando había que cañonear al enemigo o evitar que abordara, o cuando se reunía en consejo de guerra a planear la próxima operación, era difícil encontrar un momento para añorar el hogar.
En cambio, cuando estaba en casa, aunque fuera por pocas semanas, las cosas eran diferentes. Henry no podía afirmar que echara de menos la guerra, el fuego cruzado, las privaciones. Ni siquiera extrañaba demasiado a sus compañeros de armas. De hecho, la presencia gratificante de su mujer le hacía olvidar, de momento, tales compañías. Pero anhelaba a su barco. Le parecía raro que el suelo no se moviese bajo sus pies. Se despertaba a medianoche, sobresaltado porque no oía los crujidos de los maderos que formaban la obra viva, o el azote de un cabo suelto al viento, golpeando rítmicamente sobre la cubierta, o el susurro permanente del velamen, allá en lo alto de los mástiles.
Mal que le pesara, extrañaba a la Eliza. Cathy era su esposa y la amaba entrañablemente, pero su embarcación siempre sería algo así como una amante. Ese era el sino secreto de todos los capitanes. Y esa era la razón por la cual, si las cosas iban mal, ninguno quería sobrevivir a su navío. Debían hundirse con él.

* * * * * * *

El planeta estaba muriendo.
Maat lo sabía, y Merneith también. Ya había pasado la etapa en que el Alto Consejo pretendía ocultar la verdad para evitar el pánico. Ahora todos estaban enterados de la dimensión del peligro que corrían, porque solamente el esfuerzo mancomunado podía llegar a salvar aunque fuera las semillas de su civilización, arrojadas al azaroso espacio.
El planeta sucumbía, víctima de la contaminación generalizada. La generación de los padres de Maat había tomado consciencia de ello, y había educado a su progenie en la cultura del cuidado de la naturaleza. Habían sustituido las energías fósiles por otras renovables y limpias. Habían limitado el consumo exagerado, habían generado una ideología de uso igualitario y responsable del ambiente. Pero las medidas llegaron demasiado tarde, cuando el mundo ya no estaba en condiciones de sobreponerse. O lo haría, sí, seguramente... pero a un ritmo demasiado lento para garantizar la sobrevida de sus pobladores más evolucionados. Si es que aún se podía hablar de evolución.
Por esa razón se habían construido las naves. Grandes arcas espaciales en las que podían albergarse toda la información, todo el legado técnico, genético y artístico de la civilización, con la esperanza que encontrase algún planeta en el cual afincarse y comenzar de nuevo, esta vez con una mayor consciencia, con una mejor sincronización entre la sociedad y su medio.
Pero las grandes naves suponían una dificultad que, por un momento, pareció insalvable. La complejidad en su diseño, la multiplicidad de funciones, la necesidad de tomar decisiones de manera creativa, llevaron a que sus diseñadores decidieran dotarlas de una inteligencia superior. Los navíos no serían meras máquinas, sino que su corazón sería una conciencia viva: la conciencia de una persona.
Merneith fue una de las primeras en ofrecerse para el sacrificio. Ella se convertiría en la conciencia de una de las naves pioneras. Maat nunca supo demasiado bien qué había llevado a su compañera a tomar semejante decisión, pero la acompañó en todo momento. Estuvo allí mientras la entrenaban. La escuchó cuando ella soñaba en voz alta, imaginando el nuevo mundo en que su navío tocaría tierra. La abrazó durante la noche previa a los procedimientos, mientras recorrían por última vez todos los senderos que iban de la ternura más simple al deseo más irrefrenable. Y estuvo presente en la sala de operaciones, observando el proceso mediante el cual su amada se transformaba en un cyborg, su cuerpo inserto en la estructura del vehículo interestelar, sus nervios conectados con los mandos que la dirigirían, su conciencia potenciada y ensamblada en los ordenadores de vuelo.
Y entonces se ofreció para ser su piloto.
Todas las aeronaves funcionaron de esa manera, combinando dos conciencias, una interna y otra externa. Pero debían pertenecer a individuos con una fuerte compenetración recíproca, para que el entendimiento fuese casi automático. Por esa causa, en la mayoría de los casos, el cyborg de navegación y el piloto tenían vínculos profundos. Parejas, padres e hijos, hermanos gemelos, fueron algunas de las múltiples combinaciones que se dieron.
Y así los navíos espaciales abandonaron el planeta moribundo, llevando consigo los gérmenes para un nuevo despertar, allí donde fuera posible o preciso.

* * * * * * *

Maat estaba ya a las puertas de la ancianidad cuando la nave-Merneith llegó a la vista de su destino: el tercer planeta de una estrella mediocre, en el ala más externa de una galaxia del montón.
La voz de la aeronave resonó en su cabeza:
Detecto múltiples formas de vida, pero una sola forjadora de cultura. Se encuentra diseminada por cinco de seis continentes, con una misma carga genética y en diversas manifestaciones materiales. La mayoría viven de la caza y la recolección. Unas pocas han desarrollado agricultura. Intentaré acercarme para descender sobre aguas tranquilas, cerca de las costas de una de estas últimas.
Ingresaron en la atmósfera según lo planeado. Con la elegancia de un enorme cetáceo, el navío estelar se posó sobre las aguas de un mar tranquilo, en la confluencia de tres de los continentes habitados.
Pero entonces, los estabilizadores de flotación fallaron, y la nave-Merneith comenzó a hundirse.
Maat habría decidido permanecer en ella, hundirse con ella, dormir con ella en las profundidades de ese mar desconocido, pero su amada fue implacable.
Si ambos morimos, todo este sacrificio habrá sido para nada. Así que vete de aquí. Toma el equipo mínimo, aunque sea, y sal a la superficie. ES UNA ORDEN, COMANDANTE.”
En cierta manera, esa sería su última voluntad, y era obligación honrarla.

* * * * * * *

El desconocido había llegado desde el mar, arrastrando sus viejos huesos y un extraño hato que le servía de equipaje. Hablaba una lengua ignota, pero prontamente logró hacerse entender. Los hermanos del clan pensaron que era cosa de magia, eso de comenzar a comunicarse como los hombres en tan poco tiempo.
Era raro, el abuelo, con sus cuentos de mujeres que se volvían carretas que se desplazaban por el cielo. Pero también era útil, con sus consejos para construir canales que llevaran el agua del río hasta sitios alejados, o con sus indicaciones de cómo y cuándo sembrar para que el plantío aprovechara las crecidas.
Cuando sintió que sus días se acortaban, dedicó varias lunas a enseñarles cómo debían trabajar la madera para construir carros que corrieran por el río e, incluso se internaran en las aguas grandes. Cada vez que miraba el mar, sus ojos se inundaban como los campos en la época de las crecientes.
Una vez que la primera embarcación estuvo terminada, eligió a uno de los hombres para que subiera a bordo con él. Con el cariño de un padre, le enseñó a pilotearla.
“La nave es una mujer, y como tal debe ser tratada. Ella será tu compañera, si sabes hablarle te llevará tan lejos como tú quieras. Debes aprender a oírla, a respetarla, a seguirla. Sólo así lograrás que te acompañe en lo que necesites. Si tu barca sufre, tú sufres con ella. Si es feliz, tú también lo eres. Nunca la abandones en la adversidad. El destino de ambos debe ser uno solo.”
Al anochecer, el viejo Maat, navegante de las estrellas, se despidió de los hombres. Lentamente, avanzó mar adentro, dejando que las olas fueran engulléndolo. Cumplida su misión, lo único que quería era descansar otra vez en el seno de Merneith, su esposa, su amante, su nave.

* * * * * * *

Henry terminó el café casi al mismo tiempo que el susurro de las sábanas le indicaba que Cathy estaba moviéndose en el lecho, a punto de despertar. Era hora de alcanzarle una taza a ella, también.
Su mirada amorosa acarició, una vez más, los mástiles de la Eliza, antes de retirarse de la ventana.
“El capitán debe hundirse con su barco”, volvió a pensar, sonriendo, mientras sentía una extraña melancolía. No sabía de dónde venían esas palabras y esa costumbre, pero lo conmovían, lo llamaban como algo nacido en la noche de los tiempos.

 No tenía forma de saber que, como todos los capitanes, era heredero del amor entre el primer navegante del mundo y su barca-esposa.

domingo, 23 de agosto de 2015

Dos tipos recios, de buen corazón.

"Los hombres son simples", reza una conocida frase. Simples, fáciles de entender, sin vueltas, por contraposición a las mujeres, que seríamos las enroscadas, las complicadas, las que le andamos buscando la quinta pata al gato.
Bueno, pues a mi humilde entender, el sentido común no siempre da en el clavo. Los hombres no son simples. A lo sumo son sencillos de contentar, que no es lo mismo. Por lo menos en mi experiencia, los caballeros se conforman con poco: precisan la barriga llena, un rato de silencio y soledad diarios... y tener satisfechas esas otras necesidades que ya sabemos (a fe mía, suelen quejarse del mal humor de una dama "deficientemente atendida" pero... mi madre, líbrame del macho disconforme en la cama, porque es francamente inaguantable...)
Como les decía, que se den por cumplidos con poco no significa que sean simples. De hecho, agradezco su complejidad. ¿Se imaginan lo aburrido que sería convivir con un hombre que tuviese nomás dos o tres compartimientos en su cabeza? ¿Con un tipo carente de intereses y de profundidad, que no se cuestionara el sentido de su vida ni sus objetivos? Habrá hombres simples, probablemente, como también debe haber mujeres fáciles de entender. Pero la verdad, los prefiero complicados. Contradictorios. Capaces de hacerse preguntas, de replantearse el camino si es necesario. Capaces de no ser "turistas de la vida", de tomar decisiones jugadas aunque eso implique después reflexionar - y aún arrepentirse - acerca de lo oportuno de la opción.
Ese carácter complejo es el que, por lo general, hace que tal o cual personaje de ficción me resulte atractivo. "El antihéroe en la encrucijada" suele ser parte del cóctel mortal que transforma a un cualquiera en un chongo. A veces, incluso, me es posible descubrir un perfil reiterativo en los personajes que me gustan. Y eso resulta muy claro si comparamos, en particular, a Miles Matheson (Revolution) y Alexander Mahone (Prison Break).
¿Qué tienen en común ambos antihéroes? Bastante más de lo que parece a simple vista. Bastante más que el hecho de ser interpretados por dos Guillermos (Billy Burke y William Fichtner) que, casualmente, cumplen años con pocos días de diferencia a finales de noviembre, y tienen hasta una forma de pararse y caminar, por cierto, similar.
Comencemos por el principio: los dos personajes formaban parte, originariamente, de las fuerzas de seguridad. Matheson pertenecía al cuerpo de marines antes de producirse el "apagón" que es centro del conflicto en Revolution. Mahone se presenta en la ficción de Prison Break como el agente especial del FBI, encargado de capturar a los fugados.
Ambos actúan, en sus orígenes, impulsados por profundos valores y, en nombre de ellos, son cegados por su celo personal y terminan cometiendo errores de temer.
Como ya mencionara en otro artículo, la necesidad de tomar medidas para poner freno a la caída en la barbarie, para sofrenar la lucha de lobos que se desata en el mundo postapocalíptico del apagón, es lo que llevó a Miles a la creación de la Milicia, brazo armado del gobierno de Sebastian Monroe. Es sabido que, en un principio, no imaginaba que estaba creando un monstruo. Frente a los abusos que los circunstancialmente más fuertes cometían en contra de los débiles, Matheson supuso que era beneficioso tomar sobre sus hombros la responsabilidad de mantener el orden. Qué orden, esa fue otra cuestión. Pero es imposible dudar de sus buenas intenciones. Se consideró con la suficiente capacidad para hacerse cargo de la protección de un cierto estado de justicia, sólo para descubrir después que la situación se le escapaba de las manos.
El celo por la justicia es también el valor que precipitó la caída en desgracia de Alex. Comisionado por el FBI para dar captura al prófugo Oscar Shales - al cual él mismo describe como asesino, torturador y violador - llegó a obsesionarse por su misión. A tal punto que, habiendo capturado al reo, no confió en que el sistema legar llegara a darle su merecido. Ante la posibilidad que el delincuente pudiese burlar al aparato judicial y terminar reduciendo su condena o saliendo en libertad, merced al recurso de contar con buenos y caros abogados, Mahone decidió que correspondía hacer justicia por mano propia. Lo ejecutó y lo enterró en el jardín de su casa familiar. No deja de percibirse cierta soberbia en este tipo de actitud.
En ambos casos, las consecuencias de sus acciones persiguen a los personajes. Sus vidas cambian para siempre. Ya no podrán disfrutar de los placeres simples que, hasta ese momento, podían tener. La vida de familia en el caso del agente del FBI, y la amistad en el del ex - marine, se envenenan por los resultados de las decisiones tomadas, hasta tal punto que ambos deciden alejarse de aquellos a quienes más aprecian, sencillamente porque se dan cuenta que les hacen más daño que bien. Matheson pasa a la clandestinidad, convirtiéndose en un ignorado barman. Mahone continúa con su trabajo policial, pero se divorcia de su esposa.
Las situaciones límite les dejan secuelas y, en los dos casos, buscan evadirse del dolor recurriendo a sustancias que les permitan olvidar las circunstancias, o bien manejarlas como si no importasen tanto. Miles ahoga sus penas en alcohol, en tanto que Alex se vuelve adicto a los ansiolíticos.
Son personajes quebrados por sus propias decisiones, pero ese abatimiento no les impiden continuar actuando porque, a la vez, son hombres de acción. Se definen en su obrar, y eso los mantiene vivos, los impulsa. Necesitan abrazar una causa, por pequeña o personal que sea. Y en ambos casos, el rol de los afectos será fundamental. Lo que saca a Matheson del anonimato es el pedido de auxilio de sus sobrinos. El motor que moviliza a Mahone es, primero, la ilusión de recuperar a su familia y, después, el anhelo de vengar los dolores que a ésta se le han causado.
Y el tema de la familia nos centra de lleno en la complejidad de los personajes. Me consta que puede resultar gracioso, pero creo que el rasgo que más define a estos dos antihéroes el la ternura recia. Porque al mismo tiempo que son predadores de cuidado, capaces de cometer asesinato sin que les tiemble el pulso cuando ven la necesidad, se desviven por aquellos a los que aman y son capaces de cuidarlos con fina dedicación. En general, se conmueven ante los débiles. No son los típicos abusones que intentarán sacar ventaja de los menos afortunados. Porque, en el fondo, si han fallado, si han caído en desgracia, ha sido por intentar defender a esos débiles. Equivocando los medios, claro, pero con buenas intenciones. Guiados por un inconfundible buen corazón. Corazón acorazado, que les permite ser feroces y aún crueles en su búsqueda de justicia... pero también sensible, también vulnerable.
Yo no creo ni que Revolution ni Prison Break hayan sido pensadas como algo mucho más meduloso que chicle mental, recreación, oportunidad para que el ciudadano promedio se despeje con una ficción que lo aleje de sus preocupaciones cotidianas. Lo cual es perfectamente válido. Pero cuando uno se encuentra con este tipo de personajes, interpretado con la maestría que demuestran Burke y Fichtner, cada uno a su manera, sencillamente se agradece. Se agradece que no todo sea blanco o negro, buenos y malos, policías y ladrones. Se agradece que el policía sea un tipo conflictuado y que sufre, que transita toda la gama de los grises morales. Se agradece que el líder se equivoque, que pague por ello y que se arrepienta. Es genial que los hombres de ficción sean, a veces, tan encantadoramente complicados como nuestros compañeros reales.

jueves, 30 de julio de 2015

Pidamos, que para rebajar hay tiempo...

Advertencia:
Ésta no es una entrada analítica. No voy a hacer una crítica profunda de ninguna serie, peli o libro. Nada más voy a compartir con ustedes un par de ideas locas que me rondan el cerebro y que, pienso, a lo mejor le sacan una sonrisa a alguien (o una mueca de espanto, vaya uno a saber). Así que si no pueden permitirse perder cinco minutos en tonterías, están absolutamente excusados de seguir leyendo. No se van a perder de nada y por supuesto que nadie se va a ofender... ;)
Advertencia 2:
Este texto puede tener un peligroso nivel de chonguismo, y encima del más explícito. Siga leyendo bajo su propia responsabilidad.



No estamos en vísperas de Navidad, ni se acerca el día de las Madres ni nada parecido, pero me han entrado ganas de armar una "wishlist", como dicen por ahí. Una lista de deseos (imposibles), hablando en criollo, por supuesto y como es el tema de este blog, relacionados con el mundo del cine y las series.
Todo comenzó un par de noches atrás, cuando conversando con Amiga del Alma le comenté el último punto que referiré aquí, y ella me contestó algo así como "A vos se te ocurre cada cosa, nena..." Y sí, tiene razón, puestos a imaginar posibles fancast y cuestiones por el estilo siempre termino proponiendo situaciones que, lo más probable, nunca se vayan a dar. Por eso se me ocurrió esta locura de organizar las ideas trasnochadas en una lista, y ponerla a consideración de los valientes que todavía me siguen en estas cosas. Así que aquí vamos:

1) Ver a Ioan Gruffudd interpretar a un vampiro elegante.
Aunque nunca hablo demasiado del galés, éste es el epítome del chongo. Busquen "morocho original" en el Diccionario Ilustrado de la Guivi y les sale una foto de Ioan caracterizado como Horatio Hornblower. Para colmo de males, y como siempre sostengo, de todos mis personajes literarios favoritos hay uno solo con el cual me casaría, y es Horatio (más allá de la interpretación que hizo Gruffudd, el personaje ideado por Forester tal cual se nos aparece a lo largo de los diez libros que forman la saga de la marina es mi esposo ideal... y por algo Santo Varón se le parece bastante... sobre todo en los defectos, jejeje). Dicho esto, hace muchos años que vengo pensando en lo bien que le sentarían a Ioan los dientes largos y el jabot típico del vampiro clásico. Circulaba por youtube un fanvid que abonaba esta interpretación...

De Ladyyurico1, nuestra administradora en el foro de debate de Hornblower, hace ya unos siete años... si les digo que este video me quemó un ordenador probablemente no me lo crean...

2) Segunda temporada de New Amsterdam.
Y si les da el cuero, tercera, cuarta, quinta...
New Amsterdam fue una serie preciosa, y no solo porque el protagonista estuviese interpretado por Nikolaj Coster-Waldau (lo cual, indudablemente, le daba un plus a esa producción). La idea era original en su momento, y los personajes resultaban entrañables. John reunía en su persona la carga de cuatrocientos años de experiencia adquirida gracias a la dudosa bendición de la inmortalidad, con la humildad de carácter de quien ha transitado ese tiempo con ánimo de aprender y ser un mejor humano. Justamente por ahí creo que vino la falla de Forever, esa otra serie en la cual olíamos reminiscencias amsterdamianas: malgré el morocho original, Henry Morgan nunca dejó de ser un pedante, y a esta nueva producción la mató la comparación.

Un poco de autobombo nunca viene mal... y hace mucho que no me dedico al fanvid...

3) Josh Groban cantando "So she dances" a dúo con Alessandro Juliani.
Los dos son barítonos, tienen una voz adorable e interpretan las piezas más jugadas con una soltura que hace parecer el canto lírico un juego de niños. Groban ha hecho carrera de ésto. Juliani, por su parte, se ha dedicado más a la producción musical, pero cuando canta (como al encarnar a Felix Gaeta en Battlestar Galactica) puede tocar el corazón más duro. "So she dances" me parece que sería el tema ideal para dar rienda suelta al desvarío auditivo.

El preferido de Amigacha... y si lo cantara con Juliani nos juntan con pala a las dos...

Y ésto es por si no saben a qué me refiero cuando hablo de Felix Gaeta y la voz de Alessandro Juliani...

4) Segundo disco de Billy Burke.
Y sí, lo que pasa es que Removed ya me lo sé de memoria, de tanto escucharlo. Hace años que vengo esperando otro trabajo más de este artista, pero en el ámbito de la música. Cuando hace unos meses estuvo recorriendo Estados Unidos con una obra de teatro musical, me hice la ilusión que tendríamos en breve banda sonora o algo así, pero nada... Más allá de ciertos rumores que indican estaría componiendo, lo cierto es que no tenemos ninguna novedad concreta, y Billy hace rato que no actualiza su blog... Su voz rasposa y sus letras comprometidas con la realidad se extrañan...

Y además, trabaja con la señora... todo un hombre de familia, don Billy...

5) Un western protagonizado por Billy Burke y William Fichtner.
Este fue el deseo que provocó el artículo en cuestión.
Me encantaría encontrar a los dos Guillermos trabajando en un western. Y eso que no soy muy fanática del género, pero ver a esos dos monstruos vestidos de cow-boy (madre mía, si ya tienen el caminar típico del muchacho del oeste, jajaja...) sería un relajo. Sí, señores, el Imperio me ataca por el lado amable, por el costado en el cual sabe que soy débil. Qué diría mi querido Pacha Strelnikov si se enterara...
Lo que no termino de decidir es si quiero que trabajen en equipo o que sean antagonistas. De hecho, no sé a cuál le sentaría mejor el villano. Hay por ahí una película que por muchos motivos no puedo ver, en la cual ambos hacen papeles oscuros (¿oscuros dije? me corrijo: hacen papeles negros directamente), pero no es a eso exactamente a lo que me referiría...

Drive Angry, traducido como Furia Ciega. Billy (Burke) hace de líder de una secta satánica y Bill (Fitchner) es algo así como el cobrador del innombrable... no puedo verla, no puedo, no puedo, no puedo... (PD: Esto de tener dos chongos que se llamen igual me hace acordar a aquel chiste del hombre que se buscaba las amantes con el mismo nombre de su esposa...)

Última cosa en este apartado: ¿seré yo que estoy quedándome corta de vista otra vez, o Fichtner tiene un aire a Clint Eastwood? Estoy viendo Prison Break y me surge esa inquietud... (uh, Guivi, qué tremendo, seguramente esas dudas no te dejan dormir a la noche... seh, me hago bullying sola para evitarles el trabajo a ustedes).


En fin, todos estos parecen proyectos de loco (salvo el número 4, del cual no pierdo las esperanzas). Pero lo mismo pensaba cuando me preguntaba si alguna vez tendríamos al trío original en una nueva película de Star Wars. Y ya ven, ese es un deseo que en diciembre se me va a cumplir, y encima con creces. Porque no sólo vamos a ver a Carrie Fisher, Harrison Ford y Mark Hammil interpretando a los personajes que, en cierto modo, son como nuestra familia de ficción, sino que tendremos en la misma película a Gwendoline Christie. A Gwen!!!!!!!!!!!!! Y eso sí que es algo que nunca me hubiera atrevido siquiera a soñar.

Mark Hammil es, oficialmente, mi fancast para Selwyn Tarth. Súmenlo a la lista de ideas trasnochadas... La foto viene de la página de facebook de Damablanca.

Ahora les toca a ustedes. Sorpréndanme. Mándenme sus fantasías trasnochadas. ¿Qué les gustaría ver en el cine o la tele? ¿Qué combinaciones musicales raras están esperando? ¿Cuáles son los libros aún no escritos que quisieran leer?

domingo, 26 de abril de 2015

Mi "asunto" con los Stark.

"Siempre que haya reunión, será mi opinión
la que en la familia desate algún bardo..."
La Renga. El rebelde.

Fuente: Deviantart.com. Autor:Boshman



Son los niños mimados del gran público. La buena gente, los que te gustaría contar como amigos. En general, todas las palabras que denotan virtuosismo les están asociadas: leales, sinceros, confiables, honestos y honorables. Dentro de la saga literaria de George R.R. Martin, Canción de Hielo y Fuego, así como en su versión televisiva (cada vez más libre y menos adaptación) esta familia aparece fuertemente alineada en el bando de lo que tradicionalmente llamaríamos "los buenos", si es que una calificación así puede utilizarse para describir algo en esta obra artística. Pero sí, qué duda cabe, viéndolo desde una posición simplista, los Stark son los luminosos.
Decían por ahí que es fácil reconocer a un nuevo fan de Juego de Tronos simplemente preguntándole con qué casa se considera alineado. Nueve de cada diez lectores (o televidentes) del primer libro/temporada, suelen decantar por los Stark. Aparentemente, al avanzar la lectura y comenzar a conocer a las demás familias (y teniendo en cuenta la desgracia que parece acompañar siempre a los primitivos favoritos), los porcentajes se reparten mucho más.
No soy la excepción. Es prácticamente imposible no empatizar, al principio, con esta gente, y no sentirse hondamente conmovido por la profundidad de su drama. Pero, he de reconocerlo, muy rápido comprendí que Martin ha repartido por todas las casas (incluso las que teóricamente son más "negras") a los personajes complejos, interesantes e inclusive queribles de esta historia. Para mí los más adorables no son Starks: en mi corazoncito el lugar especial se lo llevan Brienne de Tarth y la pequeña Shireen Baratheon (y agregaría a Walda Frey, pero la verdad es que la mayoría de lo que sé acerca de esta muchachita no pasa de ser headcanon personal).
Sin embargo, mi visión de los Starks dista de ser romántica. Son buena gente, ya lo dije... pero vamos, no son perfectos. Ya sé que no faltarán quienes piensen que estos son argumentos de traidora (no tengo la menor intención de negar mi entrevero con cierto personaje causante, en parte, de las grandes desgracias de esta familia...), pero les aseguro que no, mi problema no son los Starks... he llegado a darme cuenta que lo que me desespera son los starkófilos acríticos.
A ver, un momento. ¡La loca ha sacado de la galera toda una categoría conceptual! Pero antes de explayarme en ese particular, me permito dos palabras acerca de cada uno de los miembros principales de dicho clan.
Eddard (Ned): lo quise como a un padre, en serio lo digo. Un tipo serio, honrado, responsable... se hacía cargo de la que le tocaba (aunque fuera peliaguda y fiera). Pero era un imbécil en lo que hace a  la realpolitik y, además, medio lelo a la hora de proteger a sus hijos. En fin, lo dicho, nadie es perfecto. Una de las cosas que me dan inquina de don Georgie es que, por enésima vez en la historia de la literatura, hizo quedar a las personas honestas como políticamente incapaces. Menos mal que después se rehabilitará con un Doran Martell, donde quedará claro que la astucia no es patrimonio exclusivo de los hombres sin escrúpulos.
Catelyn: aunque sea Tully de nacimiento, las circunstancias la transforman en una Stark de ley. Me gusta. Sus capítulos siempre me resultaron interesantes. Daba una óptica diferente sobre las situaciones que, típicamente, se supone que son "cosa de hombres" en esa sociedad. ¿Metió la pata? Sí, estrepitosamente. Pero la verdad es que sin ella nos quedamos sin motor dramático.
Robb: ¿Qué te voy a decir del Robbie? Era un chico, en todo sentido de la palabra, no estaba maduro para las cosas que le tocaron. A veces parece que las sorteó bastante bien, pero me voy a quedar con la impresión que no le hizo caso a sus mejores consejeros (estemmmm...) y eso le costó carísimo. Claro que me da pena, pero lo suyo fue una seguidilla de errores, empezando por aceptar la aclamación como "Rey en el Norte" (¿adivinen quién no estaba en el momento en que los demás señores juraron fidelidad? Sí, adivinaron bien). Muerto Ned, esa guerra ya no tenía sentido. La solución de Cat hubiera sido la mejor salida (pero claro, no hubiéramos tenido libros subsiguientes...) Así que yo te lloré, Robbie, y me dio pena que un muchachito tan prometedor acabara así, pero si la muerte de uno puede terminar una guerra y evitar el sufrimiento de muchos más... (soooo, Guivi, esas son tus malas juntas!!!!!!!)
Sansa: en general es la Stark más odiada y menos comprendida... y por supuesto, es mi favorita. La "princesita" de la casa es una auténtica sobreviviente. A mi modo de ver no sólo demuestra astucia sino unos nervios de acero: es capaz de seguir representando ese papel de damita decorativa mientras todo se derrumba a su alrededor. Pero justamente esa imagen inofensiva es la que evita que otros la vean como una amenaza. Al no ser tenida muy en cuenta, al pasar desapercibida, Sansa tiene la oportunidad de oro para escapar... y no la desaprovecha. Si eso es ser tonta, por favor, quiero que me cuelguen ese cartelito.
Arya: al revés, es la preferida del fandom... y a mí me genera escalofríos. No me malinterpreten: me conmueve hasta el alma permanentemente, pero hay cosas que no concibo, que no puedo aceptar... y tiene que ver con los starkófilos acríticos, obviamente. No tolero esa visión según la cual hay que considerar digno de alabanza que una nena de once años se convierta en una asesina badass. No cazo con los que festejan a una chica teniendo que asumir la venganza de su familia. Y temo por ella. Las huellas psicológicas de este personaje tienen que ser monumentales... nunca podría tener una vida común. Bajo ningún punto de vista voy a festejar la deshumanización de una niña.
Bran: es otro de mis favoritos. Muchos dicen que su historia es aburrida. A mí me encantó. Otro que tiene que crecer a la fuerza pero, en este caso, la proximidad de un conjunto de seres profundamente humanos como son los Reed, Osha y Hodor generan a su alrededor una barrera de contención que hacen más suaves los encontronazos de su vida. Y eso se nota, ya que Bran nunca pierde su dulce natural.
Rickon: ¡qué poco sabemos de este chiquito! Un pequeño salvaje, ojalá los libros subsiguientes le deparen un gran destino. Yo pienso que todavía tenemos mucho por leer sobre él.

Jon Nieve: "legalmente" no es un Stark, pero me importa un bledo. Cultural y humanamente, sí. Fue el primer personaje de la obra martiniana que tocó mi corazón, con esos conflictos de niño excluido que hará lo imposible para ganarse el respeto del padre al cual adora incondicionalmente. Siempre tuve debilidad por este tipo de personajes. Cuando, con el correr de la lectura, lo vimos desplegar toda la gama de grises morales, más aún creció mi empatía y mi cariño. Una sola cosa me empaña al personaje: la elección del cast para la serie, me parece, no fue la más acertada. Es decir, no tengo nada en contra de Kit Harington, pero me parece que no es "el actor" para este rol. Luego de cinco temporadas de serie he llegado a acostumbrarme, pero en fin... (vamos, que en mi imaginación y cuando lo leo, Jon siempre me sale clavadito a Ioan Gruffud en The Examination for Lieutenant, de la serie Hornblower).




Y sí, es el fancast de la loca para Jon Snow... lástima que hayamos llegado unos veinte años tarde, ¿no, Ioan?


Como verán, y malgrado toda mi locura boltoniana que, es de público conocimiento, solamente es culpa del Sr. McE y su sonrisa malandrosa, en general no tengo nada en contra de los Starks. Mi problema no son los personajes... ni siquiera son sus admiradores serios y críticos. Mi problema son los starkófilos acríticos, los "adoradores de perros" (obvia referencia a que en la serie cambiaron a los tremendos lobos huargo por simpaticones siberianos). Llamo así a todos aquellos que son incapaces de advertir los grises que plagan la obra martiniana. Los que poco menos santifican a los miembros de esta familia. Los que se muestran ciegos ante la riqueza que tienen estos personajes en cuanto comenzamos a explorar su moralidad profunda. Los que piensan que "solamente" sus objetos de adoración son dignos de mérito, y que todas las demás casas son un hato de malandras, rastreros, oportunistas mal nacidos.
En fin... si se quedaran en eso, no sería tan grave. De última estamos hablando de personajes de ficción. No le hacemos mal a nadie en la vida real con estos odios y estos amores. Pero el problema con los acríticos (y esto lo he podido comprobar decenas de veces en diversos foros de debate online) es que creen que, por el mero hecho de adherir a una familia honorable, ellos también lo son. Como si, por sola afinidad, se contagiaran de las virtudes que esta gente ha ostentado. Se consideran la parte "sana y decente" del fandom y, por lo tanto los que, como quien suscribe, encontramos interesantes a otros personajes decididamente grises (o castaño oscuro tirando a negros), seguramente lo hacemos porque somos tan perversos como esas personalidades que nos atraen. Pura estupidez, pero así es la cosa, he tenido la desgracia de leerlo.
Lo más interesante de la cuestión es que justamente estos acríticos despliegan en los debates toda una panoplia de características que, decididamente, no son propias de los Starks. Son intolerantes, insultan a los que no piensan como ellos, tienden a ver la vida en blanco y negro. Y son vengativos: son los que se alegran por la ordalía que sufre Theon Greyjoy, por ese destino peor que la muerte más espantosa que le tocó a manos de Ramsay Bolton, simplemente porque "osó traicionar al amigo de toda su vida". Sí, ya sé que muchos hubiéramos querido ver degollado al pobre de Theon. Pero eso es una cosa... y vivir para contar el martirio causado por el minimostruo es algo que no le desearía ni al peor ser humano. Los Starks, evidentemente, son mucho más compasivos que sus acólitos acríticos.
Ya bastantes dicotomías hay en la vida cotidiana, bastantes luchas de "blanco y negro", bastantes situaciones en las que decididamente hay que embanderarse y luchar como para que, encima, tengamos que andar haciéndonos problema por estas confrontaciones de ficción. Son de ficción, hombre... la lectura de este tipo de novelas tiene que ser causa de placer, de distensión, nunca fuente de enfrentamientos o preocupaciones que no vienen al caso. ¿Te gustan los Stark (o los Targaryen, o los Lannister, o...)? ¡Enhorabuena! ¡Que aproveche! Eso no te hace mejor ni peor que nadie... en ésto, como en tantas otras cosas, es preferible vivir y dejar vivir.

sábado, 11 de abril de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (III): Kira Nerys

"She can kill with a smile, she can wound with her eyes..."
Billy Joel. She's Always a Woman

Vengo con retraso a esta entrada, soy muy consciente de ello. No voy a mentirles diciendo que fue por falta de tiempo. En realidad, en cierto punto me aterraba escribir sobre Nerys. Son tantas las emociones que me produce, es un personaje que me conmueve de una manera tan intensa que, aún ahora, no estoy segura de por dónde empezar ni, mucho menos, poder transmitir siquiera una parte de lo que quisiera decir sobre este monumento a la integridad femenina.
Mi intención era que este artículo viera la luz en marzo, mes dedicado a la mujer, como broche de oro en mi esquema de celebración de la fortaleza de este género. Pero por algo pasan las cosas. Al atrasarme, tuve oportunidad de entrar en contacto con ciertos materiales que me dieron una "punta de ovillo" para desenredar mis sentimientos sobre este tema.
El 2 de abril es una fecha bastante triste para mí. En mi país conmemoramos el inicio de la última guerra en la que tuvimos la desgracia de vernos envueltos: la Gesta de Malvinas. Conflagración absurda, pergeñada por los "cráneos vacíos" de la última dictadura militar, que vieron en ella su postrera oportunidad de mantener una popularidad ya imposible y permanecer en el poder; contienda labrada a espaldas del pueblo pero que, en su momento, concitó el apoyo de las grandes masas, seducidas por el canto de sirenas de una prensa acomodaticia que sólo difundía las mentiras que los dictadores querían dar a conocer. En fin, este no es el momento ni tal vez el sitio donde ventilar mis convicciones acerca de dichos hechos, pero fue en medio de los recordatorios de tan infausto momento cuando me topé con esta noticia:

La silenciada historia de las Veteranas de Malvinas

Se trata de una entrevista realizada a Alicia Panero, autora del libro Mujeres Silenciadas, en el cual da cuenta del papel jugado por el personal femenino en la guerra del Atlántico Sur. Me sorprendió y, en cierta medida, me avergonzó en cuanto profesora de Historia, mi total desconocimiento de estas mujeres que, desde sus roles como enfermeras y personal auxiliar, también aportaron lo suyo en aquellas horas tan difíciles.
Y ustedes se preguntarán qué tiene que ver todo esto con la Mayor Kira. Pues bien, tiene un mundo que ver y, justamente, se relaciona con los motivos por los cuales admiro profundamente al personaje y a la manera en que la indescriptible Nana Visitor lo ha dotado de alma.
Veamos si consigo explicarme. Alicia Panero cuenta en esta entrevista cómo las enfermeras militares llegaban a establecer un profundo contacto humano con los soldados heridos, quienes entraban en confianza con ellas y podían, de esa manera, mostrarse vulnerables, expresar sus sentimientos, reconocer cuánto extrañaban a sus madres. Nada de esto sucedía con el personal sanitario masculino: el trato entre ellos y los heridos era mucho más distante y frío. Cuenta la autora que las veteranas le explicaron que se les había obligado a guardar silencio sobre esto, porque ellas eran las que sabían la verdad acerca de cómo había sido la guerra, y sobre el estado en que regresaban los jóvenes. Claramente, las enfermeras vieron en primer plano no sólo las consecuencias físicas del conflicto sino que, más relevante quizás, fueron las primeras en percibir el drama psicológico que se iba a desatar entre los sobrevivientes.
Y todo esto nos lleva al hecho que, es evidente, siempre asociamos la condición femenina con el cuidado, con la comprensión, con el elemento maternal de recibir al desvalido y empatizar con él desde la ternura, desde la palabra amable, desde la contención. Tal vez por eso los jóvenes soldados se abrían con las enfermeras y no con el personal masculino de los hospitales de campaña.
Pero... estamos hablando de trabajadoras de la salud. Mujeres que no empuñaron directamente las armas. Mujeres que no tuvieron que matar. ¿Qué pasaría si esas mismas muchachas hubieran sido combatientes al estilo de los "colimbas" (los jóvenes que estaban haciendo el servicio militar en esa época y fueron destinados a la zona de guerra)? ¿Seguiríamos viéndolas desde la perspectiva de la ternura y el cuidado?
¿Qué pasa en la ficción? ¿Cómo son nuestras guerreras? Durante mucho tiempo, la literatura, el cine y la televisión cayeron en los estereotipos de mostrarnos a las mujeres combatientes como "varones con tetas": privadas de todas las características que, culturalmente, atribuimos al género femenino, estas amazonas eran rudas, desapasionadas, frías, inconmovibles.
¡Justamente todo lo que NO ES Kira Nerys! Y aquí está el meollo de mi análisis de este personaje. Nerys es una soldado en toda la regla, y una muy buena para más datos. No en vano tiene rango militar, y es el oficial de enlace entre el personal de la Flota Estelar en la Estación DS9 y la milicia bajoriana. De hecho, es el oficial bajoriano de mayor rango en la estación. Para la época en que está situada la serie, Kira ha pasado más de la mitad de su vida con un arma en la mano. Entró a los trece años en una célula de la resistencia de su planeta en contra de los invasores cardassianos, y poco tiempo después tuvo que matar por primera vez (situación que, en cierto episodio, es relatada por ella misma y, les aseguro, resulta escalofriante...). Lo ha soportado todo: desde el frío y las privaciones físicas hasta la muerte de su familia, de amigos cercanos y hasta de su amante. Ha debido lidiar con los fantasmas internos de su propia familia, ha sido testigo de las actitudes rastreras de algunos de sus compatriotas y, mucho más, de los abusos que los cardassianos cometieran durante la ocupación. Como decía la propaganda de unos conocidos cigarrillos, has recorrido un largo camino, muchacha...
Y, sin embargo, nada de eso la ha vuelto fría o le ha congelado los sentimientos. La Kira Nerys que debemos al genio de Nana Visitor es tierna, es amigable con sus amigos, es afectuosa. Sabe reír, sabe distenderse. Tanto puede apuntarte con un fáser o desmayarte de un mamporro (si es necesario) como apretujarte en un abrazo y preguntarte si dormiste bien. Es simplemente adorable.
Es decir, conserva todas las cualidades de aquellas enfermeras de Malvinas, más allá del hecho de ser una guerrera temible. Es una mujer fuerte y firme, a tal punto que sus demostraciones de dulzura y afecto no hacen menoscabo de esas cualidades marciales.


La colo es el epítome de la muñeca brava... pero no se dejen engañar por las apariencias... Fuente: www.fanpop.com

Y otro elemento impagable de la forma en que está construido el personaje es su capacidad de evolución. Nerys no es monolítica: la mujer que conocemos durante el episodio piloto es desconfiada, está enojada con la vida, no entiende demasiado qué tiene que hacer la Federación en el espacio bajoriano y, menos todavía, en la recién ocupada estación espacial. En cierto modo, está a la defensiva. Está aprendiendo a vivir en paz, trabajo nada sencillo.
Con el correr de las temporadas vamos conociéndola mejor, nos enteramos de los porqué detrás de sus rebeldías, y la vemos cambiar. Es maravilloso el arco que va describiendo, aprendiendo a confiar en nuevos amigos, a aceptar el amor, el cuidado de los otros... una mujer que se pasó su vida cuidando de los demás, finalmente comprenderá que ella también merece ser tratada con cariño, descansar en sus compañeros, no tener que estar permanentemente alerta.
En todo este proceso, hay un punto en el cual uno logra empatizar y entender profundamente a Nerys (y es justamente el capítulo en que me enamoré de ella). Se trata del momento en que mantiene una conversación casi confesional con la Kai Opaka, líder religiosa de Bajor. En ésta, Kira desnuda su alma: sus temores, los dolores de su pasado, la sensación de estar permanentemente en falta. Le pesan las cosas tremendas que tuvo que hacer como miembro de la resistencia. "Temo que los Profetas no puedan perdonarme...", declara... a lo cual Opaka responde: "Los Profetas te perdonan, niña mía, pero... ¿te perdonas tú?". Es increíble que una persona pueda llorar tan desconsoladamente como lo hace Nerys en ese momento, mostrándose tan vulnerable y, al mismo tiempo, seguir irradiando una fortaleza y una integridad tan perfectas.
La solidez de su carácter es algo que desarma. La lealtad con la cual se maneja, el amor a su tierra, la decisión de poner siempre en primer lugar el bienestar de su gente la vuelven entrañable. Eso, sin dejar de ser testaruda y, a veces, pasándose de ruda. Nerys no es perfecta, pero la perfección puede ser tan aburrida cuando se le atribuye a un simple mortal...
Lo genial de Nana es todo lo que su personaje transmite con esos ojazos... fuente: downwiththeinternet.files.wordpress.com

De modo que, en mi celebración final de la fortaleza femenina, brindo por todas las Kira del mundo, esas mujeres que pueden ser, a la vez, sólidas y resistentes por un lado, cálidas y receptivas, por el otro...
Para mis mujeres, a ambos lados del espejo (las del "mundo real" y las de "la ficción"), toda la luz y el respeto.

domingo, 15 de marzo de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (II): Laura Roslin

Hay personajes que llevan tu tolerancia al extremo. Personajes que te ponen emocionalmente contra las cuerdas y te obligan, una y otra vez, a replantear tus convicciones y valores. A revisar hasta qué punto sos capaz de defender tus ideas, y en qué momento sentís que todo se convierte en agua o, como decía Karl Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire". Ah, caramba, comenzamos bien. Empezamos un nuevo artículo sobre la fortaleza femenina citando a un peso pesadísimo de la historia contemporánea.
Decía, personajes cuyo derrotero se nos vuelve hasta éticamente difícil seguir. Lo maravilloso del caso es que, a veces, precisamente esos son nuestros favoritos. Son los seres de ficción que más amamos. Eso es lo que me pasa, justamente, con Laura Roslin, mi elegida absoluta en la serie Battlestar Galactica, específicamente en su remake del 2003.
Laura Roslin fue docente. No sabemos cómo entró en la política, en ningún momento nos cuentan sus motivaciones. La tragedia más grande que pueda asolar al género humano - el casi total exterminio y la pérdida de los planetas hogares - la llevó al puesto de presidente, cargo que tampoco sabemos si hubiera elegido, de tener oportunidad. Lo que sí sabemos es que esta mujer menuda y bonita que parece frisar la cincuentena, de modos sencillos, suaves, de voz pausada y la mayoría de las veces calma, lleva dentro de sí el temple de una estadista fenomenal. Si la adversidad saca de nosotros lo que siempre hemos sido en potencia, no puedo dejar de decir que mi presi es una auténtica Dama de Hierro.
Una de las cosas que más me gustan de Laura es que puede ser recia sin perder la ternura. Ella no necesita alzar la voz ni esgrimir un insulto para poner a todos en su lugar y conseguir el respeto que su cargo amerita. Son muy raras las ocasiones en que pierde la calma, y cuando lo hace siempre es en privado. Pero creo que no me estoy dando a entender muy bien. Lo increíble de esta mujer es que pueda tomar decisiones terribles con una frialdad pasmosa pero, al mismo tiempo, dejándose tocar internamente por la tragedia que está enfrentando. Es muy raro, tal vez muy difícil de explicar y por eso me estoy enredando. A la presi Roslin le importan y le duelen las consecuencias de las medidas desesperadas que, a veces, está obligada a abrazar pero, de todas maneras, no duda en llevarlas adelante hasta el final. Y así es como va dejando trozos de sí misma por el camino, de su salud, de sus afectos, de sus deseos. En un permanente ponerse en segundo plano, para mí encarna aquella pretensión de los filósofos clásicos, según la cual el objetivo de la política era el bien común y no la salvaguarda de los intereses de éste o aquel grupo.

Ella te puede cantar las cuarenta con altura, sin perder la sonrisa y sin que se le mueva un rulo... y por eso mi admiración será eterna. Fuente: fancydresscostumes.co.uk

El ejemplo que más me conmovió en este sentido tiene que ver con la decisión de, en determinado momento de la trama, prohibir el aborto. Entiéndase bien, no es mi intención reabrir aquí el debate sobre un tema harto delicado, sino simplemente usarlo como muestra para tratar de exponer por qué esta mujer me resulta tan admirable.
En las doce colonias humanas, previo al holocausto generado por los cylon, parece ser que la interrupción voluntaria del embarazo había llegado a ser legal. La misma Laura comenta que era uno de los temas en favor de los cuales había bregado toda su vida. El problema se presenta cuando, en una situación crítica que ha reducido la población humana universal a poco menos de cuarenta mil almas, el aborto vuelve a ser considerado una suerte de lujo. ¿Tiene derecho una mujer a decidir por sí misma sobre el destino del ser que lleva dentro, cuando la supervivencia de la humanidad como un todo está en riesgo? ¿No se transformaría en un auténtico desperdicio?
Es un tema álgido que fácilmente puede ocasionar enfrentamientos violentos. La serie lo plantea como una pulseada entre los derechos individuales y la defensa de un supuesto bien mayor. Sin pronunciarme sobre el particular, lo cierto es que Laura termina por emitir el decreto que vuelve a prohibir la práctica, por lo menos mientras el número total de población siga siendo críticamente bajo. Y lo hace a regañadientes, porque siente que está traicionando ideales por los cuales ha luchado toda su vida... pero la idea fuerte que la guía y en la que funda su decisión es que, en ese momento, no se trata de lo que ella considere bueno o malo sino de lo que objetivamente parece hacerle falta a la diezmada grey que dirige. Que fuera capaz de un sacrificio de principios tan grande me hizo honrarla indiscriminadamente. Como diríamos en mi país, tuvo que "tragarse un sapo" terrible... pero lo hizo por lo que consideró el bien mayor.
Claro que el problema surge cuando su idea del bien común entra en conflicto con el punto de vista que otros actores del drama tienen acerca del particular. Y aquí la Roslin suele ser inflexible.

Ése podría ser uno de los grandes defectos atribuibles al personaje: cuando cree que tiene razón, no dudará en arbitrar los medios necesarios para imponerla. El armazón político del Estado se ha reducido a la Presidencia y un Quórum formado por un representante de cada Colonia, elegido mediante sufragio popular. Ese quórum hace las veces, por lo que se ve, tanto de consejo de ministros como de Poder Legislativo. Pero hasta por ahí nomás. Laura no duda en gobernar a fuerza de decretos cuando considera que el Quórum no tiene razón o está obstaculizando medidas que según ella entiende son urgentes. Y esto la lleva a rozar repetidas veces el autoritarismo: en ocasiones es más una monarca que una mandataria.
Pero todo tiene su explicación y, en este caso, surge de la dinámica básica de la trama. Los tiempos que corren en esta ficción no son tiempos cualesquiera. La humanidad está en medio de una guerra en la cual se juega su destino. Situaciones de excepción exigen procedimientos a juego, y líderes capaces de tomar medidas en principio impopulares sin que les tiemble el pulso. Demócrata como soy, tengo que admitir que en la flota colonial, a veces, el horno no está como para andar debatiendo mucho rato: o se toman las medidas necesarias rápido, o el enemigo aniquila lo poco que queda del género humano vagando entre las estrellas.
Es decir, si Laura fuera hoy presidente de mi país e intentara manejarse como lo hace a bordo de la Galactica o la Colonial One, diríamos que es una dictadora francamente antidemocrática. Pero en la situación en que ella se encuentra, las medidas desesperadas son medidas necesarias. Solamente poniéndola en ese contexto lograremos aquilatarla en todo su valor, y no cargarla con los juicios propios de nuestra sociedad y tiempo.
Lo que la torna magnífica y, por momentos, le da ribetes épicos, es que todo este tour de force tiene que hacerlo mientras lucha contra un cáncer terminal. La fortaleza de espíritu que demuestra en ese trance es conmovedora.

Luchadora hasta el final. Para que vean que por lo menos una cosita tenemos en común: la presi también entrena corriendo. Fuente: www.frak-that.com

Por otro lado, lo que me apena del personaje es que, de tanto pelear, de tanto bregar en pos de salvar los restos del naufragio universal, hay un punto en el que se olvida de sí misma. Se aísla. De tanto preocuparse por todos los ciudadanos ha llegado a no involucrarse con ninguno a nivel sentimental. Por un tiempo, da la impresión que no se permite sentir, que se ha rodeado de una coraza de cordialidad y buen trato que, en el fondo, sólo logra dejar afuera del círculo íntimo a todos los que la quieren. Y, de hecho, hay muchos que la quieren bien y se preocupan por ella. Y, por suerte para el personaje y para mi corazón de fangirl, uno de ellos es lo suficientemente cabeza dura como para no soltarle la mano hasta que no le quede más remedio que abrir su corazón y no sólo dejarse amar sino corresponder de la manera que semejante compañero se merece. El almirante William Adama, uno de los "feos" más hermosos de la ciencia ficción, es el complemento ideal para esta mujer frágil y fuerte a la vez. Juntos son una potencia de temer. Juntos pueden rehacer una sociedad desde sus cimientos. Pero el romance entre la presidente y el militar es algo tan precioso y preciado para mí que de eso prefiero hablarles en otra ocasión.

Sé por experiencia lo que cuesta dejar que un señor nos cuide, y más todavía acostumbrarnos a que eso está bien y nos lo merecemos, pero... vamos, Lauri, era hora que relajaras, ¿no? Fuente: www.tumblr.com

En fin, de momento no puedo agregar nada más. Habría tanto para decir de esta mujer extraordinaria, pero lo único que voy a pedirles es que, si no vieron la serie todavía, lo hagan. Nunca está de más que la ficción nos lleve contra las cuerdas, nos ponga frente al espejo y nos obligue a reconocer lo más tremendo y lo más sublime que guardamos en nuestros corazones.

sábado, 7 de marzo de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (I): Brienne de Tarth

Tengo la impresión que prácticamente todas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas, sentimos que no estamos a la altura de las circunstancias. Que no somos capaces de cumplir con las expectativas que se generaron en torno nuestro. Que alguien puso el listón a una altura ridícula o, peor aún, que vamos corriendo por el andarivel equivocado.
No es para menos. Nuestra sociedad exige y requiere de su población femenina un cúmulo de elementos que, francamente, menoscaban la seguridad de cualquiera. Hay que ser bella, proporcionada o, por lo menos y cuando la naturaleza no nos ha dotado, elegante. Millones de mujeres corren en pos de un ideal inalcanzable que parece esconderse detrás de la próxima crema humectante, o sesión de ondas rusas, o rutina de tae-bo, cuando no en la magia del bisturí del cirujano plástico de moda. Por si el plano estético fuera poco (y pensando en ese aspecto nomás ya me agoto), se nos exige ser profesionales, y de éxito reconocido si es posible. En un mundo reglado por valores masculinos, se nos presiona para que juguemos con esas reglas y venzamos en la propia liza de los varones, cuando cualquier mujer desde pequeña intuye que, muchas veces, el verdadero suceso es silencioso e invisible. Y encima de todo eso, que ya de por sí es una montaña de quebraderos de cabeza, seguimos atadas al mandato patriarcal: hay que ser madres y esposas. El que me diga que no, que esa es una exigencia perimida y que me he quedado en el pasado, que me permita una sonrisita socarrona. Pierdo la cuenta si me pongo a recapitular cuántas de mis amigas, todas ellas dueñas de título universitario o profesión independiente, satisfechas con sus vidas y en pleno dominio de sus futuros, han debido afrontar la mirada censora de familiares y amigos porque... frisando (o pasando) los treinta, seguían solteras y sin hijos. Desde el argumento social al biologicista, pasando por el económico y el clínico, estas hermosas damas eran bombardeadas con las expectativas acerca de su fecha de caducidad maternal, y blanco de críticas o juicios de valor francamente desubicados. La liberación femenina ha sido un cuento, queridas mías, o en el mejor de los casos es una promesa a medio cumplir aún.
Diosas sexys, profesionales destacadas, madres abnegadas y amantes esposas. Así nos quiere la sociedad. Así de grande es el dolor de cabeza que podemos llegar a llevarnos si intentamos cumplir el mandato a rajatabla. Y es por eso que, pienso yo, muchas mujeres empatizamos de inmediato con la historia de Brienne de Tarth, heroína -si las hay- en la saga literaria de George R. R . Martin, Canción de Hielo y Fuego.


Brienne, la Doncella de Tarth, la "Moza"... es el epítome del "outsider", de la persona que no encaja en ninguna parte porque ha desarrollado un camino singular. El gran dolor de su vida es, precisamente, que no ha podido ser para su padre ni una buena hija, ni un buen hijo. Y esto merece una explicación.
Martin se encarga de describírnosla permanentemente como una muchacha poco agraciada, cuando no abiertamente fea. De rostro ancho y pecoso, labios gruesos, cabello rubio pajoso, pecho plano y estructura recia en general, dice el autor que su único atributo físico son sus espléndidos ojos azules (los ojos asombrosos e increíbles que tanto fascinan a Jaime Lannister). ¿Es esto suficiente para convertirla en una marginada? Teóricamente no. Ayer y hoy, más allá de los mandatos anteriormente expuestos, la carencia de belleza corporal no ha sido un impedimento definitivo a la hora de insertarse socialmente, tanto en lo laboral como en lo sentimental. De lo contrario, todas las que no somos top model estaríamos en serios problemas. El caso es que, para la dinámica de la época en que se sitúa la historia, que exigía de las mujeres los roles clásicos de esposa y madre, nuestra querida niña ha entrado al mercado matrimonial con la pata izquierda. De pequeña estuvo comprometida con un muchachito que falleció en una epidemia antes de llegar a la edad de casarse. Y después de eso, no hubo más que intentos fallidos para Brienne: o era rechazada, o ella rechazaba al candidato. ¿Qué hubiera ocurrido si su primer prometido hubiese llegado a la adultez? Nunca vamos a saberlo, pero me atrevo a pensar que no habríamos tenido cuento de la Doncella Guerrera, porque fea o no, la dama de Tarth habría terminado casada y con niños.

Brienne por Enife. Fuente: http://th02.deviantart.net/fs71/PRE/i/2011/239/d/b/brienne_of_tarth_by_enife-d47zhkd.jpg

De modo que no es su fealdad lo que la aleja de la media, sino su opción profesional, tal vez guiada en parte por otra característica física: su tamaño. Brienne es enorme, es un monumento de mujer, mucho más alta que la mayoría de los hombres con los cuales se cruza en su camino, absolutamente dotada por la naturaleza para manejar una espada, un hacha de guerra o, simplemente, sus fuertes puños en combate. Con lo cual resulta hasta esperable que haya decidido seguir el camino de las armas y convertirse en caballero.
Ya el género del sustantivo nos habla del carácter único de su decisión: no existe en castellano una palabra que equivalga al femenino de caballero. Creo que tampoco en inglés, que es el idioma original de estos textos. Lo cual no es ocioso: la palabra no existe porque se supone que el concepto que designa tampoco.En un ambiente medieval es impensable el desarrollo de una mujer que tenga habilidades de combate, porque la guerra es cosa de hombres (y de hombres nobles, para más datos). Una mujer que decide adoptar como propio el ethos del guerrero está, en ese contexto, decididamente cruzando una línea. Y ahí sí que la sociedad no se lo va a perdonar. En el caso de Brienne menos todavía. ¿Por qué? Porque es tan competente, sus habilidades bélicas alcanzan tal idoneidad y, para colmo de males, su vida y acciones revelan tan a la perfección la plasmación del modelo de comportamiento caballeresco que, para los varones, resulta vergonzante: han sido vencidos en su propia liza por una representante del sexo femenino, la "outsider" resultó ser mejor que ellos mismos en su propia cancha. El orgullo masculino no puede perdonar semejante "perversión" de las reglas. Es el mismo mecanismo por el cual no se perdona, o se cuestiona, a la mujer de negocios que logra ser más pícara que sus competidores, o a la política que no la juega de "dulce" y debate con sus compañeros y opositores en el Congreso de igual a igual, sin dar tregua ni pedirla.

Brienne según MisStick. Fuente: http://fc06.deviantart.net/fs70/i/2011/256/e/e/brienne_of_tarth_by_misstick-d49r1dl.jpg

Esa es una de las razones por las que amo a Brienne. Hay que ser muy valiente y muy fuerte para animarse a desafiar así a la sociedad que la rodea, para decidirse a ser una misma aunque al resto le pese tanto. Creo que ahí está la clave del porqué la rubia grandota es admirable e imitable al mismo tiempo.
A todo lo cual se suma otro factor: aunque a primera vista pueda parecer que la doncella de Tarth, por vestimenta y modos, parece mimetizarse con lo masculino, tal concepción me parece errónea. Brienne sigue siendo profundamente femenina. Conserva una sensibilidad exquisita (es que la sensibilidad, lamentablemente, es un atributo que solemos asociar a las mujeres, cuando se trata de una cualidad humana general). Ella se conmueve permanentemente: con la suerte de los débiles, con la de otras mujeres, con la de los heridos. Está siempre del lado de los pequeños, de los despreciados. Pero no desde la altura del caballero salvador, sino desde la empatía de una hermana, de alguien que comprende el sufrimiento ajeno porque ha sido capaz de encarar el propio. ¿Cómo no simpatizar con ella, entonces?
Por otro lado, Brienne sufre de una gran carencia que es, justamente, la que me permite verla como una marginal: no tiene grupo de pares. Esto es notable en la obra de Martin. Observemos una cosa: no se trata de la única mujer guerrero que encontramos en tales páginas. Tenemos, por un lado, a las hijas de la Casa Mormont de la Isla del Oso (mis mujeres favoritas de toda Canción de Hielo y Fuego); por el otro, las Serpientes de Arena del Dorne (no todas son guerreras en un sentido tradicional pero, por voluntad de su padre, Oberyn Martell, cada una de ellas ha desarrollado armas con las cuales enfrentar la vida). ¿Qué tienen estas mujeres que le falta (y le hace falta) a la Bri? Que no están solas. Que forman grupos en los cuales pueden apoyarse y acompañarse. Grupos que constituyen una red de contención frente a las adversidades de una sociedad que, en general, no está preparada para entenderlas. Lo que Brienne de Tarth necesita desesperadamente son amigas. Otras mujeres que la traten de igual a igual, que la comprendan, que no la cuestionen por lo que es, que la confronten si es necesario, pero desde el amor, desde el respeto, desde la tolerancia y la aceptación. Y les aseguro que, gustosamente, yo sería amiga de esta mujer excepcional, aunque no me considero ni por un momento a la altura de tales circunstancias. Y es por eso que este artículo quiero dedicárselo específicamente a mis amigas, como regalo del Día de la Mujer, por todas las veces que ellas han sido mi red de seguridad.
Supongo que hay muchísimo más para decir sobre Brienne, pero creo que por mi parte ya va siendo suficiente (no los quiero atosigar con mi admiración). Ahora sí, lo que me gustaría es conocer sus opiniones acerca de mi querida "rubia grandota" (que es la forma cariñosa con la cual me refiero a ella en mis conversaciones cotidianas).