sábado, 11 de abril de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (III): Kira Nerys

"She can kill with a smile, she can wound with her eyes..."
Billy Joel. She's Always a Woman

Vengo con retraso a esta entrada, soy muy consciente de ello. No voy a mentirles diciendo que fue por falta de tiempo. En realidad, en cierto punto me aterraba escribir sobre Nerys. Son tantas las emociones que me produce, es un personaje que me conmueve de una manera tan intensa que, aún ahora, no estoy segura de por dónde empezar ni, mucho menos, poder transmitir siquiera una parte de lo que quisiera decir sobre este monumento a la integridad femenina.
Mi intención era que este artículo viera la luz en marzo, mes dedicado a la mujer, como broche de oro en mi esquema de celebración de la fortaleza de este género. Pero por algo pasan las cosas. Al atrasarme, tuve oportunidad de entrar en contacto con ciertos materiales que me dieron una "punta de ovillo" para desenredar mis sentimientos sobre este tema.
El 2 de abril es una fecha bastante triste para mí. En mi país conmemoramos el inicio de la última guerra en la que tuvimos la desgracia de vernos envueltos: la Gesta de Malvinas. Conflagración absurda, pergeñada por los "cráneos vacíos" de la última dictadura militar, que vieron en ella su postrera oportunidad de mantener una popularidad ya imposible y permanecer en el poder; contienda labrada a espaldas del pueblo pero que, en su momento, concitó el apoyo de las grandes masas, seducidas por el canto de sirenas de una prensa acomodaticia que sólo difundía las mentiras que los dictadores querían dar a conocer. En fin, este no es el momento ni tal vez el sitio donde ventilar mis convicciones acerca de dichos hechos, pero fue en medio de los recordatorios de tan infausto momento cuando me topé con esta noticia:

La silenciada historia de las Veteranas de Malvinas

Se trata de una entrevista realizada a Alicia Panero, autora del libro Mujeres Silenciadas, en el cual da cuenta del papel jugado por el personal femenino en la guerra del Atlántico Sur. Me sorprendió y, en cierta medida, me avergonzó en cuanto profesora de Historia, mi total desconocimiento de estas mujeres que, desde sus roles como enfermeras y personal auxiliar, también aportaron lo suyo en aquellas horas tan difíciles.
Y ustedes se preguntarán qué tiene que ver todo esto con la Mayor Kira. Pues bien, tiene un mundo que ver y, justamente, se relaciona con los motivos por los cuales admiro profundamente al personaje y a la manera en que la indescriptible Nana Visitor lo ha dotado de alma.
Veamos si consigo explicarme. Alicia Panero cuenta en esta entrevista cómo las enfermeras militares llegaban a establecer un profundo contacto humano con los soldados heridos, quienes entraban en confianza con ellas y podían, de esa manera, mostrarse vulnerables, expresar sus sentimientos, reconocer cuánto extrañaban a sus madres. Nada de esto sucedía con el personal sanitario masculino: el trato entre ellos y los heridos era mucho más distante y frío. Cuenta la autora que las veteranas le explicaron que se les había obligado a guardar silencio sobre esto, porque ellas eran las que sabían la verdad acerca de cómo había sido la guerra, y sobre el estado en que regresaban los jóvenes. Claramente, las enfermeras vieron en primer plano no sólo las consecuencias físicas del conflicto sino que, más relevante quizás, fueron las primeras en percibir el drama psicológico que se iba a desatar entre los sobrevivientes.
Y todo esto nos lleva al hecho que, es evidente, siempre asociamos la condición femenina con el cuidado, con la comprensión, con el elemento maternal de recibir al desvalido y empatizar con él desde la ternura, desde la palabra amable, desde la contención. Tal vez por eso los jóvenes soldados se abrían con las enfermeras y no con el personal masculino de los hospitales de campaña.
Pero... estamos hablando de trabajadoras de la salud. Mujeres que no empuñaron directamente las armas. Mujeres que no tuvieron que matar. ¿Qué pasaría si esas mismas muchachas hubieran sido combatientes al estilo de los "colimbas" (los jóvenes que estaban haciendo el servicio militar en esa época y fueron destinados a la zona de guerra)? ¿Seguiríamos viéndolas desde la perspectiva de la ternura y el cuidado?
¿Qué pasa en la ficción? ¿Cómo son nuestras guerreras? Durante mucho tiempo, la literatura, el cine y la televisión cayeron en los estereotipos de mostrarnos a las mujeres combatientes como "varones con tetas": privadas de todas las características que, culturalmente, atribuimos al género femenino, estas amazonas eran rudas, desapasionadas, frías, inconmovibles.
¡Justamente todo lo que NO ES Kira Nerys! Y aquí está el meollo de mi análisis de este personaje. Nerys es una soldado en toda la regla, y una muy buena para más datos. No en vano tiene rango militar, y es el oficial de enlace entre el personal de la Flota Estelar en la Estación DS9 y la milicia bajoriana. De hecho, es el oficial bajoriano de mayor rango en la estación. Para la época en que está situada la serie, Kira ha pasado más de la mitad de su vida con un arma en la mano. Entró a los trece años en una célula de la resistencia de su planeta en contra de los invasores cardassianos, y poco tiempo después tuvo que matar por primera vez (situación que, en cierto episodio, es relatada por ella misma y, les aseguro, resulta escalofriante...). Lo ha soportado todo: desde el frío y las privaciones físicas hasta la muerte de su familia, de amigos cercanos y hasta de su amante. Ha debido lidiar con los fantasmas internos de su propia familia, ha sido testigo de las actitudes rastreras de algunos de sus compatriotas y, mucho más, de los abusos que los cardassianos cometieran durante la ocupación. Como decía la propaganda de unos conocidos cigarrillos, has recorrido un largo camino, muchacha...
Y, sin embargo, nada de eso la ha vuelto fría o le ha congelado los sentimientos. La Kira Nerys que debemos al genio de Nana Visitor es tierna, es amigable con sus amigos, es afectuosa. Sabe reír, sabe distenderse. Tanto puede apuntarte con un fáser o desmayarte de un mamporro (si es necesario) como apretujarte en un abrazo y preguntarte si dormiste bien. Es simplemente adorable.
Es decir, conserva todas las cualidades de aquellas enfermeras de Malvinas, más allá del hecho de ser una guerrera temible. Es una mujer fuerte y firme, a tal punto que sus demostraciones de dulzura y afecto no hacen menoscabo de esas cualidades marciales.


La colo es el epítome de la muñeca brava... pero no se dejen engañar por las apariencias... Fuente: www.fanpop.com

Y otro elemento impagable de la forma en que está construido el personaje es su capacidad de evolución. Nerys no es monolítica: la mujer que conocemos durante el episodio piloto es desconfiada, está enojada con la vida, no entiende demasiado qué tiene que hacer la Federación en el espacio bajoriano y, menos todavía, en la recién ocupada estación espacial. En cierto modo, está a la defensiva. Está aprendiendo a vivir en paz, trabajo nada sencillo.
Con el correr de las temporadas vamos conociéndola mejor, nos enteramos de los porqué detrás de sus rebeldías, y la vemos cambiar. Es maravilloso el arco que va describiendo, aprendiendo a confiar en nuevos amigos, a aceptar el amor, el cuidado de los otros... una mujer que se pasó su vida cuidando de los demás, finalmente comprenderá que ella también merece ser tratada con cariño, descansar en sus compañeros, no tener que estar permanentemente alerta.
En todo este proceso, hay un punto en el cual uno logra empatizar y entender profundamente a Nerys (y es justamente el capítulo en que me enamoré de ella). Se trata del momento en que mantiene una conversación casi confesional con la Kai Opaka, líder religiosa de Bajor. En ésta, Kira desnuda su alma: sus temores, los dolores de su pasado, la sensación de estar permanentemente en falta. Le pesan las cosas tremendas que tuvo que hacer como miembro de la resistencia. "Temo que los Profetas no puedan perdonarme...", declara... a lo cual Opaka responde: "Los Profetas te perdonan, niña mía, pero... ¿te perdonas tú?". Es increíble que una persona pueda llorar tan desconsoladamente como lo hace Nerys en ese momento, mostrándose tan vulnerable y, al mismo tiempo, seguir irradiando una fortaleza y una integridad tan perfectas.
La solidez de su carácter es algo que desarma. La lealtad con la cual se maneja, el amor a su tierra, la decisión de poner siempre en primer lugar el bienestar de su gente la vuelven entrañable. Eso, sin dejar de ser testaruda y, a veces, pasándose de ruda. Nerys no es perfecta, pero la perfección puede ser tan aburrida cuando se le atribuye a un simple mortal...
Lo genial de Nana es todo lo que su personaje transmite con esos ojazos... fuente: downwiththeinternet.files.wordpress.com

De modo que, en mi celebración final de la fortaleza femenina, brindo por todas las Kira del mundo, esas mujeres que pueden ser, a la vez, sólidas y resistentes por un lado, cálidas y receptivas, por el otro...
Para mis mujeres, a ambos lados del espejo (las del "mundo real" y las de "la ficción"), toda la luz y el respeto.

domingo, 15 de marzo de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (II): Laura Roslin

Hay personajes que llevan tu tolerancia al extremo. Personajes que te ponen emocionalmente contra las cuerdas y te obligan, una y otra vez, a replantear tus convicciones y valores. A revisar hasta qué punto sos capaz de defender tus ideas, y en qué momento sentís que todo se convierte en agua o, como decía Karl Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire". Ah, caramba, comenzamos bien. Empezamos un nuevo artículo sobre la fortaleza femenina citando a un peso pesadísimo de la historia contemporánea.
Decía, personajes cuyo derrotero se nos vuelve hasta éticamente difícil seguir. Lo maravilloso del caso es que, a veces, precisamente esos son nuestros favoritos. Son los seres de ficción que más amamos. Eso es lo que me pasa, justamente, con Laura Roslin, mi elegida absoluta en la serie Battlestar Galactica, específicamente en su remake del 2003.
Laura Roslin fue docente. No sabemos cómo entró en la política, en ningún momento nos cuentan sus motivaciones. La tragedia más grande que pueda asolar al género humano - el casi total exterminio y la pérdida de los planetas hogares - la llevó al puesto de presidente, cargo que tampoco sabemos si hubiera elegido, de tener oportunidad. Lo que sí sabemos es que esta mujer menuda y bonita que parece frisar la cincuentena, de modos sencillos, suaves, de voz pausada y la mayoría de las veces calma, lleva dentro de sí el temple de una estadista fenomenal. Si la adversidad saca de nosotros lo que siempre hemos sido en potencia, no puedo dejar de decir que mi presi es una auténtica Dama de Hierro.
Una de las cosas que más me gustan de Laura es que puede ser recia sin perder la ternura. Ella no necesita alzar la voz ni esgrimir un insulto para poner a todos en su lugar y conseguir el respeto que su cargo amerita. Son muy raras las ocasiones en que pierde la calma, y cuando lo hace siempre es en privado. Pero creo que no me estoy dando a entender muy bien. Lo increíble de esta mujer es que pueda tomar decisiones terribles con una frialdad pasmosa pero, al mismo tiempo, dejándose tocar internamente por la tragedia que está enfrentando. Es muy raro, tal vez muy difícil de explicar y por eso me estoy enredando. A la presi Roslin le importan y le duelen las consecuencias de las medidas desesperadas que, a veces, está obligada a abrazar pero, de todas maneras, no duda en llevarlas adelante hasta el final. Y así es como va dejando trozos de sí misma por el camino, de su salud, de sus afectos, de sus deseos. En un permanente ponerse en segundo plano, para mí encarna aquella pretensión de los filósofos clásicos, según la cual el objetivo de la política era el bien común y no la salvaguarda de los intereses de éste o aquel grupo.

Ella te puede cantar las cuarenta con altura, sin perder la sonrisa y sin que se le mueva un rulo... y por eso mi admiración será eterna. Fuente: fancydresscostumes.co.uk

El ejemplo que más me conmovió en este sentido tiene que ver con la decisión de, en determinado momento de la trama, prohibir el aborto. Entiéndase bien, no es mi intención reabrir aquí el debate sobre un tema harto delicado, sino simplemente usarlo como muestra para tratar de exponer por qué esta mujer me resulta tan admirable.
En las doce colonias humanas, previo al holocausto generado por los cylon, parece ser que la interrupción voluntaria del embarazo había llegado a ser legal. La misma Laura comenta que era uno de los temas en favor de los cuales había bregado toda su vida. El problema se presenta cuando, en una situación crítica que ha reducido la población humana universal a poco menos de cuarenta mil almas, el aborto vuelve a ser considerado una suerte de lujo. ¿Tiene derecho una mujer a decidir por sí misma sobre el destino del ser que lleva dentro, cuando la supervivencia de la humanidad como un todo está en riesgo? ¿No se transformaría en un auténtico desperdicio?
Es un tema álgido que fácilmente puede ocasionar enfrentamientos violentos. La serie lo plantea como una pulseada entre los derechos individuales y la defensa de un supuesto bien mayor. Sin pronunciarme sobre el particular, lo cierto es que Laura termina por emitir el decreto que vuelve a prohibir la práctica, por lo menos mientras el número total de población siga siendo críticamente bajo. Y lo hace a regañadientes, porque siente que está traicionando ideales por los cuales ha luchado toda su vida... pero la idea fuerte que la guía y en la que funda su decisión es que, en ese momento, no se trata de lo que ella considere bueno o malo sino de lo que objetivamente parece hacerle falta a la diezmada grey que dirige. Que fuera capaz de un sacrificio de principios tan grande me hizo honrarla indiscriminadamente. Como diríamos en mi país, tuvo que "tragarse un sapo" terrible... pero lo hizo por lo que consideró el bien mayor.
Claro que el problema surge cuando su idea del bien común entra en conflicto con el punto de vista que otros actores del drama tienen acerca del particular. Y aquí la Roslin suele ser inflexible.

Ése podría ser uno de los grandes defectos atribuibles al personaje: cuando cree que tiene razón, no dudará en arbitrar los medios necesarios para imponerla. El armazón político del Estado se ha reducido a la Presidencia y un Quórum formado por un representante de cada Colonia, elegido mediante sufragio popular. Ese quórum hace las veces, por lo que se ve, tanto de consejo de ministros como de Poder Legislativo. Pero hasta por ahí nomás. Laura no duda en gobernar a fuerza de decretos cuando considera que el Quórum no tiene razón o está obstaculizando medidas que según ella entiende son urgentes. Y esto la lleva a rozar repetidas veces el autoritarismo: en ocasiones es más una monarca que una mandataria.
Pero todo tiene su explicación y, en este caso, surge de la dinámica básica de la trama. Los tiempos que corren en esta ficción no son tiempos cualesquiera. La humanidad está en medio de una guerra en la cual se juega su destino. Situaciones de excepción exigen procedimientos a juego, y líderes capaces de tomar medidas en principio impopulares sin que les tiemble el pulso. Demócrata como soy, tengo que admitir que en la flota colonial, a veces, el horno no está como para andar debatiendo mucho rato: o se toman las medidas necesarias rápido, o el enemigo aniquila lo poco que queda del género humano vagando entre las estrellas.
Es decir, si Laura fuera hoy presidente de mi país e intentara manejarse como lo hace a bordo de la Galactica o la Colonial One, diríamos que es una dictadora francamente antidemocrática. Pero en la situación en que ella se encuentra, las medidas desesperadas son medidas necesarias. Solamente poniéndola en ese contexto lograremos aquilatarla en todo su valor, y no cargarla con los juicios propios de nuestra sociedad y tiempo.
Lo que la torna magnífica y, por momentos, le da ribetes épicos, es que todo este tour de force tiene que hacerlo mientras lucha contra un cáncer terminal. La fortaleza de espíritu que demuestra en ese trance es conmovedora.

Luchadora hasta el final. Para que vean que por lo menos una cosita tenemos en común: la presi también entrena corriendo. Fuente: www.frak-that.com

Por otro lado, lo que me apena del personaje es que, de tanto pelear, de tanto bregar en pos de salvar los restos del naufragio universal, hay un punto en el que se olvida de sí misma. Se aísla. De tanto preocuparse por todos los ciudadanos ha llegado a no involucrarse con ninguno a nivel sentimental. Por un tiempo, da la impresión que no se permite sentir, que se ha rodeado de una coraza de cordialidad y buen trato que, en el fondo, sólo logra dejar afuera del círculo íntimo a todos los que la quieren. Y, de hecho, hay muchos que la quieren bien y se preocupan por ella. Y, por suerte para el personaje y para mi corazón de fangirl, uno de ellos es lo suficientemente cabeza dura como para no soltarle la mano hasta que no le quede más remedio que abrir su corazón y no sólo dejarse amar sino corresponder de la manera que semejante compañero se merece. El almirante William Adama, uno de los "feos" más hermosos de la ciencia ficción, es el complemento ideal para esta mujer frágil y fuerte a la vez. Juntos son una potencia de temer. Juntos pueden rehacer una sociedad desde sus cimientos. Pero el romance entre la presidente y el militar es algo tan precioso y preciado para mí que de eso prefiero hablarles en otra ocasión.

Sé por experiencia lo que cuesta dejar que un señor nos cuide, y más todavía acostumbrarnos a que eso está bien y nos lo merecemos, pero... vamos, Lauri, era hora que relajaras, ¿no? Fuente: www.tumblr.com

En fin, de momento no puedo agregar nada más. Habría tanto para decir de esta mujer extraordinaria, pero lo único que voy a pedirles es que, si no vieron la serie todavía, lo hagan. Nunca está de más que la ficción nos lleve contra las cuerdas, nos ponga frente al espejo y nos obligue a reconocer lo más tremendo y lo más sublime que guardamos en nuestros corazones.

sábado, 7 de marzo de 2015

Celebrando la fortaleza femenina (I): Brienne de Tarth

Tengo la impresión que prácticamente todas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas, sentimos que no estamos a la altura de las circunstancias. Que no somos capaces de cumplir con las expectativas que se generaron en torno nuestro. Que alguien puso el listón a una altura ridícula o, peor aún, que vamos corriendo por el andarivel equivocado.
No es para menos. Nuestra sociedad exige y requiere de su población femenina un cúmulo de elementos que, francamente, menoscaban la seguridad de cualquiera. Hay que ser bella, proporcionada o, por lo menos y cuando la naturaleza no nos ha dotado, elegante. Millones de mujeres corren en pos de un ideal inalcanzable que parece esconderse detrás de la próxima crema humectante, o sesión de ondas rusas, o rutina de tae-bo, cuando no en la magia del bisturí del cirujano plástico de moda. Por si el plano estético fuera poco (y pensando en ese aspecto nomás ya me agoto), se nos exige ser profesionales, y de éxito reconocido si es posible. En un mundo reglado por valores masculinos, se nos presiona para que juguemos con esas reglas y venzamos en la propia liza de los varones, cuando cualquier mujer desde pequeña intuye que, muchas veces, el verdadero suceso es silencioso e invisible. Y encima de todo eso, que ya de por sí es una montaña de quebraderos de cabeza, seguimos atadas al mandato patriarcal: hay que ser madres y esposas. El que me diga que no, que esa es una exigencia perimida y que me he quedado en el pasado, que me permita una sonrisita socarrona. Pierdo la cuenta si me pongo a recapitular cuántas de mis amigas, todas ellas dueñas de título universitario o profesión independiente, satisfechas con sus vidas y en pleno dominio de sus futuros, han debido afrontar la mirada censora de familiares y amigos porque... frisando (o pasando) los treinta, seguían solteras y sin hijos. Desde el argumento social al biologicista, pasando por el económico y el clínico, estas hermosas damas eran bombardeadas con las expectativas acerca de su fecha de caducidad maternal, y blanco de críticas o juicios de valor francamente desubicados. La liberación femenina ha sido un cuento, queridas mías, o en el mejor de los casos es una promesa a medio cumplir aún.
Diosas sexys, profesionales destacadas, madres abnegadas y amantes esposas. Así nos quiere la sociedad. Así de grande es el dolor de cabeza que podemos llegar a llevarnos si intentamos cumplir el mandato a rajatabla. Y es por eso que, pienso yo, muchas mujeres empatizamos de inmediato con la historia de Brienne de Tarth, heroína -si las hay- en la saga literaria de George R. R . Martin, Canción de Hielo y Fuego.


Brienne, la Doncella de Tarth, la "Moza"... es el epítome del "outsider", de la persona que no encaja en ninguna parte porque ha desarrollado un camino singular. El gran dolor de su vida es, precisamente, que no ha podido ser para su padre ni una buena hija, ni un buen hijo. Y esto merece una explicación.
Martin se encarga de describírnosla permanentemente como una muchacha poco agraciada, cuando no abiertamente fea. De rostro ancho y pecoso, labios gruesos, cabello rubio pajoso, pecho plano y estructura recia en general, dice el autor que su único atributo físico son sus espléndidos ojos azules (los ojos asombrosos e increíbles que tanto fascinan a Jaime Lannister). ¿Es esto suficiente para convertirla en una marginada? Teóricamente no. Ayer y hoy, más allá de los mandatos anteriormente expuestos, la carencia de belleza corporal no ha sido un impedimento definitivo a la hora de insertarse socialmente, tanto en lo laboral como en lo sentimental. De lo contrario, todas las que no somos top model estaríamos en serios problemas. El caso es que, para la dinámica de la época en que se sitúa la historia, que exigía de las mujeres los roles clásicos de esposa y madre, nuestra querida niña ha entrado al mercado matrimonial con la pata izquierda. De pequeña estuvo comprometida con un muchachito que falleció en una epidemia antes de llegar a la edad de casarse. Y después de eso, no hubo más que intentos fallidos para Brienne: o era rechazada, o ella rechazaba al candidato. ¿Qué hubiera ocurrido si su primer prometido hubiese llegado a la adultez? Nunca vamos a saberlo, pero me atrevo a pensar que no habríamos tenido cuento de la Doncella Guerrera, porque fea o no, la dama de Tarth habría terminado casada y con niños.

Brienne por Enife. Fuente: http://th02.deviantart.net/fs71/PRE/i/2011/239/d/b/brienne_of_tarth_by_enife-d47zhkd.jpg

De modo que no es su fealdad lo que la aleja de la media, sino su opción profesional, tal vez guiada en parte por otra característica física: su tamaño. Brienne es enorme, es un monumento de mujer, mucho más alta que la mayoría de los hombres con los cuales se cruza en su camino, absolutamente dotada por la naturaleza para manejar una espada, un hacha de guerra o, simplemente, sus fuertes puños en combate. Con lo cual resulta hasta esperable que haya decidido seguir el camino de las armas y convertirse en caballero.
Ya el género del sustantivo nos habla del carácter único de su decisión: no existe en castellano una palabra que equivalga al femenino de caballero. Creo que tampoco en inglés, que es el idioma original de estos textos. Lo cual no es ocioso: la palabra no existe porque se supone que el concepto que designa tampoco.En un ambiente medieval es impensable el desarrollo de una mujer que tenga habilidades de combate, porque la guerra es cosa de hombres (y de hombres nobles, para más datos). Una mujer que decide adoptar como propio el ethos del guerrero está, en ese contexto, decididamente cruzando una línea. Y ahí sí que la sociedad no se lo va a perdonar. En el caso de Brienne menos todavía. ¿Por qué? Porque es tan competente, sus habilidades bélicas alcanzan tal idoneidad y, para colmo de males, su vida y acciones revelan tan a la perfección la plasmación del modelo de comportamiento caballeresco que, para los varones, resulta vergonzante: han sido vencidos en su propia liza por una representante del sexo femenino, la "outsider" resultó ser mejor que ellos mismos en su propia cancha. El orgullo masculino no puede perdonar semejante "perversión" de las reglas. Es el mismo mecanismo por el cual no se perdona, o se cuestiona, a la mujer de negocios que logra ser más pícara que sus competidores, o a la política que no la juega de "dulce" y debate con sus compañeros y opositores en el Congreso de igual a igual, sin dar tregua ni pedirla.

Brienne según MisStick. Fuente: http://fc06.deviantart.net/fs70/i/2011/256/e/e/brienne_of_tarth_by_misstick-d49r1dl.jpg

Esa es una de las razones por las que amo a Brienne. Hay que ser muy valiente y muy fuerte para animarse a desafiar así a la sociedad que la rodea, para decidirse a ser una misma aunque al resto le pese tanto. Creo que ahí está la clave del porqué la rubia grandota es admirable e imitable al mismo tiempo.
A todo lo cual se suma otro factor: aunque a primera vista pueda parecer que la doncella de Tarth, por vestimenta y modos, parece mimetizarse con lo masculino, tal concepción me parece errónea. Brienne sigue siendo profundamente femenina. Conserva una sensibilidad exquisita (es que la sensibilidad, lamentablemente, es un atributo que solemos asociar a las mujeres, cuando se trata de una cualidad humana general). Ella se conmueve permanentemente: con la suerte de los débiles, con la de otras mujeres, con la de los heridos. Está siempre del lado de los pequeños, de los despreciados. Pero no desde la altura del caballero salvador, sino desde la empatía de una hermana, de alguien que comprende el sufrimiento ajeno porque ha sido capaz de encarar el propio. ¿Cómo no simpatizar con ella, entonces?
Por otro lado, Brienne sufre de una gran carencia que es, justamente, la que me permite verla como una marginal: no tiene grupo de pares. Esto es notable en la obra de Martin. Observemos una cosa: no se trata de la única mujer guerrero que encontramos en tales páginas. Tenemos, por un lado, a las hijas de la Casa Mormont de la Isla del Oso (mis mujeres favoritas de toda Canción de Hielo y Fuego); por el otro, las Serpientes de Arena del Dorne (no todas son guerreras en un sentido tradicional pero, por voluntad de su padre, Oberyn Martell, cada una de ellas ha desarrollado armas con las cuales enfrentar la vida). ¿Qué tienen estas mujeres que le falta (y le hace falta) a la Bri? Que no están solas. Que forman grupos en los cuales pueden apoyarse y acompañarse. Grupos que constituyen una red de contención frente a las adversidades de una sociedad que, en general, no está preparada para entenderlas. Lo que Brienne de Tarth necesita desesperadamente son amigas. Otras mujeres que la traten de igual a igual, que la comprendan, que no la cuestionen por lo que es, que la confronten si es necesario, pero desde el amor, desde el respeto, desde la tolerancia y la aceptación. Y les aseguro que, gustosamente, yo sería amiga de esta mujer excepcional, aunque no me considero ni por un momento a la altura de tales circunstancias. Y es por eso que este artículo quiero dedicárselo específicamente a mis amigas, como regalo del Día de la Mujer, por todas las veces que ellas han sido mi red de seguridad.
Supongo que hay muchísimo más para decir sobre Brienne, pero creo que por mi parte ya va siendo suficiente (no los quiero atosigar con mi admiración). Ahora sí, lo que me gustaría es conocer sus opiniones acerca de mi querida "rubia grandota" (que es la forma cariñosa con la cual me refiero a ella en mis conversaciones cotidianas).

domingo, 1 de marzo de 2015

Celebrando una fortaleza poco convencional.

Comienza marzo, y la loca doméstica ha decidido que es el momento de poner un poco de acción en este blog. Así que vamos a movernos, y ya que el 8 conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, tendremos una serie de posts acerca de -algunas- de mis mujeres favoritas de la ficción.
La literatura, el cine y la televisión nos han legado un cúmulo de personajes femeninos de lo más variopintos. No voy a entrar en el debate acerca de los estereotipos, pero no porque no crea que, en muchos casos, el arte ha sido un fiel instrumento en manos de la cultura patriarcal aún dominante, sino porque esta vez prefiero centrarme en algunos aspectos constructivos y positivos. En gran cantidad de oportunidades, efectivamente, las manifestaciones artísticas han fungido también como verdaderos ejemplos de lo que una dama puede llegar a ser y hacer, desafiando incluso los cánones preestablecidos de lo que se considera propio del género.
Que un personaje literario o fílmico llame mi atención no tendrá que ver estrictamente con su carácter femenino, sino con el hecho de llevar adelante esa femineidad con un cierto estilo. Es decir, para que una heroína me conmueva tiene que reunir una serie de cualidades (lo cual vale también si habláramos de hombres ficticios, pero esta vez no es el caso) que, me hago cargo, tienen que ver con mi propia idea del tipo de mujer que yo misma quisiera ser. No me engaño pensando que estas mujeres son mis "alter-ego", sino que en cierta forma conforman una especie de faro para mí, marcas señeras en el camino que me indican en qué sentido trabajar en pos de la superación personal. Y tampoco me parece que repetirlas en mi propia vida sea algo positivo, sino que, simplemente, se trata de modelos de comportamiento de los cuales tengo cosas que aprender.
Y también, por qué no, estas mujeres son indicadores de peligro. Porque no son perfectas. Porque, a la par de esas virtudes que las hacen únicas, padecen o incluso cultivan con esmero ciertos defectos frente a los cuales al igual nos alertan.Y eso, justamente, las hace tan maravillosamente humanas, tan entrañablemente cercanas. Jean-Guy Gouttebroze, medievalista que estudié con deleite en mis años de investigación universitaria, hablando sobre la santidad, señalaba la diferencia entre santos "admirables" y santos "imitables". Los primeros nacían con una sobrenaturalidad infusa, que los convertía en luminarias para la comunidad, pero eran tan perfectos, estaban tan por encima de las capacidades de la humana criatura, que no proporcionaban un ejemplo válido para la vida cotidiana del cristiano promedio. Los segundos, en cambio, construían dolorosa y trabajosamente el edificio de su propia santidad: eran falibles, cometían errores, pecaban, "se daban de cabeza contra la pared", pero emergían fortalecidos de esas pruebas y luchaban hasta el último suspiro por elevarse, más y más, hacia el ideal que perseguían. En ese sentido, eran modelos posibles de ser seguidos por la grey cristiana. Y así ocurre, me parece, con las tres mujeres a las cuales pienso dedicarle mis análisis en este mes que celebra lo femenino: están más cerca de lo imitable que de lo admirable.
Ellas son Brienne de Tarth (Canción de Hielo y Fuego), Kira Nerys (Star Trek: Deep Space Nine) y Laura Roslin (Battlestar Galactica).
La elección tiene más que ver con pertenecer a los tres fandoms a los cuales me encuentro abocada últimamente que con otro tipo de razones. Tengo muchas otras mujeres en mi lista de personajes favoritos, como por ejemplo Josephine March (de la serie de Louise M. Alcott), pero a los efectos de hacer más manejable el material de trabajo, decidí realizar el recorte mencionado.
Y, aunque a primera vista parezca extraño, las tres tienen varios elementos en común.
El primero y que, en cierta manera, implica a todos los demás, es la fortaleza. Es un trío de mujeres capaces de afrontar la adversidad mirándola decididamente a la cara, y eso sin perder ni por un momento la calidez y la empatía que, se supone, son mérito de lo femenino.
Brienne la Azul, con una armadura que "hace juego con sus ojos" :) Fuente: www.fanpop.com

En este sentido, no hay duda sobre el valor de Brienne. La mujer caballero, en un mundo donde esa profesión no tiene sustantivo femenino (¿caballera? la palabra ni siquiera existe). Una guerrera temible, capaz de derrotar por magnitud física y por entrenamiento a los mejores espadachines de Poniente. Y, sin embargo, su fortaleza más importante no está en su imponente corpulencia, sino en su profunda humanidad. A la fortaleza une la templanza de ánimo, una serenidad que le permite afrontar terribles pruebas, justamente en las situaciones donde el hecho de ser una fémina parece ponerla en desventaja (la pobre de Bri se pasa la mitad del tiempo corriendo el riesgo de ser ultrajada).

Para el que no la conoce, puede parecer que Nerys está siempre a punto de morderte, pero no es así... debajo de la coraza (resultado de años de vivir en la guerrilla) hay un corazón entrañable. Con ustedes, la reina indiscutida en el universo de la loca... Fuente: www.wikimedia.org

Criada en un planeta ocupado por el enemigo, habiendo ingresado en la resistencia bajoriana con apenas trece años de edad, nadie puede decir que la Mayor Kira Nerys no es un dechado de fortaleza. Ha aprendido a resistir el hambre, el frío, el cansancio, las incomodidades. Ha afrontado la muerte temprana de muchos de sus seres queridos, y ha visto fallecer a su lado a incontables compañeros. Nada de eso la ha hecho perder de vista el objetivo final: la liberación de su pueblo. Esa esperanza la ha mantenido viva y, en el caso de Nerys, ha tenido que ver también con su profunda fe. Nerys es una creyente convencida en los Profetas y, por lo tanto, los padecimientos vividos no le han hecho renegar de la posibilidad que tanto sufrimiento vaya a terminar en un mundo mejor. Más allá del hecho que, a veces, su carácter fuerte la haga parecer un tanto brutal, la Mayor Kira es un ser profundamente optimista.


La mujer de las decisiones difíciles, con una entereza moral que serías capaz de seguir hasta la muerte. Por siempre, la presi Roslin. Fuente: www.themarysue.com

Y, si hablamos de fortaleza... ¿qué no vamos a decir de la presidente Laura Roslin? No sólo tiene que hacerse cargo de una responsabilidad política que, tal vez, nunca se había propuesto ocupar, al llegar a la presidencia por acefalía del ejecutivo, cuando su papel original era el de Secretaria de Educación; no sólo se convierte en la líder de los remanentes de una humanidad masacrada en un exterminio masivo; no sólo debe guiarlos hacia una nueva tierra, porque sus hogares originales han quedado devastados, en una suerte de éxodo espacial. Sino que todo eso debe hacerlo lidiando, al mismo tiempo, con sus propios demonios, en la forma de un cáncer terminal. Si la Roslin no es una mujer fuerte, yo no sé de qué estoy hablando.
Pero no me quiero explayar más. Hay muchos otros rasgos que las tres comparten. Esa fortaleza, por ejemplo, viene en contrapunto con una dulzura profunda en cada uno de los casos. Ninguna de ellas, además, es inmune al amor, y el vínculo que establecen con sus compañeros también merecería análisis. Por eso la propuesta es profundizar en cada una de ellas a lo largo de este mes de marzo, dedicado a brindar por lo femenino. Hagamos que vaya más allá de la mera frase hecha, o de regalar una rosa o un bombón el día 8 (que bienvenido sea, pero no nos quedemos solamente en eso...)
Y, si quieren, mientras busco inspiración para los artículos que siguen, cuéntenme cuáles son sus mujeres inolvidables. Pueden o no ser de ficción. Me encantaría conocer sus opiniones...

martes, 17 de febrero de 2015

"Veraaaano... es cada momento valioso de verdaaaaad..."

Y, aunque parezca mentira, se están acabando mis vacaciones. El miércoles regresamos al imperio de las mesas examinadoras, y la Guivi tendrá que calzarse la pilcha de profesora y dedicarse a evaluar a sus pequeñas y adorables bestias. Por eso el título, sacado de una canción de ese delirio de dibujito animado que es Phineas y Ferb, del cual tanto Lula como Lucas son fieles seguidores y cuyas tonaditas se me pegan cada dos por tres.

Como me comentaba mi amiga Male, parece que me he dedicado a pasar el verano "en el mundo real", porque prácticamente he estado ausente de los sitios virtuales que solía frecuentar. En el fondo, he estado hecha una vaga para todo lo que sea escribir. Había pensado adelantar algún capítulo de una "novelita" que tengo en mente, comentar lo más posible en los blogs amigos y publicar por aquí alguna que otra entrada. La verdad es que ideas no me faltan pero, aunque parezca mentira, en mi universo vacacional me ha faltado tiempo.
Por si a alguien le interesa, les cuento en qué se me fue el dichoso tiempo. Bastante simple: playa - entrenamiento - series. Todo en medio de contexto familiar. 
Playa: Mar del Plata, como de movida lo indica su nombre, es una ciudad balnearia. Los marplatenses somos unos tremendos quisquillosos con el clima. Me explico: un turista, por el sólo hecho de estar pagando una estadía, intentará ir al mar la mayor parte de los días que duren sus vacaciones; un marplatense de mi estilo va a esperar el día perfecto, y con eso la cantidad de jornadas que realmente dedicará a la playa serán muy pocas. Bueno, esa variable, para mi familia, este año cambió. Será porque los nenes están grandes, será porque se aburren en casa, será porque mi suegra rentó carpa en un balneario para toda la temporada y nos dio vía libre para usarla cuando quisiéramos... la cuestión es que hemos bajado a la playa un día tras otro, con mucha más asiduidad que otros años. Hacía mucho que mi piel de pelirroja -la herencia de mi bisabuelo lombardo... que desgraciadamente me legó la piel pero no el cabello- no tomaba un color tan saludable.
Esta foto está tomada una tarde, después de descargarse un lindo chaparrón. La mayoría de los paseantes se habían ido con la lluvia; nosotros nos quedamos en la carpa, y la verdad es que lo más lindo vino después del aguacero...

Entrenamiento: este verano hice algo inaudito en la vida de una nerdie-girl... entrené casi todos los días de la semana. Bueh... no tanto ni tan constantemente, pero con seguridad puedo decir que estuve yendo al gimnasio un promedio de 3 a 4 veces por semana, desde fin de diciembre hasta la fecha. Era hora de tomar el toro por las astas. No digo que los resultados estén a la vista, porque no lo están, pero me siento mucho mejor que antes. Y habida cuenta que el ejercicio aeróbico está recomendado para mantener a raya el colesterol, espero que cuando me haga los análisis clínicos de este año los valores estén a niveles razonables.
Mi recomendación para aquellos que necesiten entrenar y no sean amigos del gimnasio: la música en tus auriculares es tu mejor aliada. Muchas veces me ha pasado que el sonido funcional en las salas de gimnasia con aparatos me aturdió y me cansó, siendo un incentivo para abandonar el entrenamiento. Por eso digo que llevar tu propia música te puede ayudar a resistir las ganas de salir corriendo del "antro del culto a la salud física y el trasero en forma", digo, del gimnasio.

Series: jejeje, llegamos a la parte interesante del relato.
He sido presa de un doble secuestro virtual. O, digámoslo de otra forma, me he liado en dos cachondos romances seriales. ¿Es posible enamorarse de una serie? En mi caso, la respuesta es afirmativa. ¿Es posible enamorarse de dos series a la vez? De nuevo, sí. ¿Es posible enamorarse de dos series a la vez y que en ellas no haya chongo? Estem... digamos que sí, pero que no es el estilo de la loca doméstica, precisamente.
Como si no hubiera buenas series modernas, me puse a bucear en la ciencia ficción de la última década del siglo pasado y la primera del presente. Amo la ciencia ficción, decididamente es lo mío. Me gusta porque permite reflexionar acerca de las grandes preguntas filosóficas del género humano. En primer lugar, la definición de persona. ¿Qué nos hace humanos? ¿Cuál es la línea que separa la humanidad de la animalidad? O, más en tema aún, ¿cuándo una máquina se convierte en una persona? Y, desde otra perspectiva, ¿cuál es el sustrato común que nos permitiría visualizar como iguales a los integrantes de otra especie, pongamos por caso, procedente de otros planetas? Son problemáticas fascinantes para una humanista como yo, y en las dos series en cuestión el debate ético sobre el particular es el centro del asunto. Me estoy refiriendo a Star Trek: Deep Space Nine y a Battlestar Galactica (versión revisitada del año 2003).

Así eran los personajes al inicio de la primer temporada. Hasta da ternura verlos, sabiendo su evolución posterior...

Como todas sus compañeras de franquicia, Deep Space Nine se caracteriza por su visión optimista del futuro humano. Star Trek siempre ha representado la creencia en el poder de la sociedad para avanzar hacia un mundo con más justicia y menos desigualdades. Supongo que esa es una de las principales razones por las cuales la adoro. En un mundo donde, a veces, la salida parece esconderse detrás del cañón de una pistola, sumergirse en ese universo donde las razas más dispares terminan por encontrar la clave de la convivencia, donde los problemas más acuciantes del hambre y las enfermedades han sido solucionados por el avance científico es, ciertamente, esperanzador. Pero el de Deep Space Nine no es un optimismo ingenuo: nos hace ver las dificultades del camino y, principalmente, la precariedad de lo logrado. Nada está dado por hecho en este contexto. Los problemas están siempre a la vuelta de la esquina: una mala decisión puede retrotraer el estado de la humanidad a lo que era dos o tres siglos antes. Las amenazas nunca se superan del todo. Permanentemente, los personajes se verán enfrentados a la toma de decisiones en las que, una y otra vez, deberán hacer la elección que Dios le planteaba a su criatura en el Discurso sobre la Dignidad Humana, de Picco della Mirandola: si iba a usar su libertad para elevarse hacia las cosas divinas, o para hundirse en la bestialidad. Lo realmente precioso de DS9 es que, cada vez que se plantea el debate, la ética de cada personaje es puesta inmisericordemente contra las cuerdas. Y, en general, la respuesta no sólo plantea posibilidades superadoras sino que nos abre nuevos frentes de interrogación. Seguramente, si el tiempo me asiste, tendré oportunidad de reflexionar con ustedes sobre estos temas en entradas posteriores. Por lo menos, me encantaría, así como bosquejar las características de algunos de los personajes que más me han conmovido.


Mucho más oscuro es el futuro que plantea Battlestar Galactica. Tengo una amiga muy querida con quien, más de una vez, nos planteamos el tema que la gente de nuestra generación tiende a no creer en los finales felices. Somos como los humanos-batería de Matrix: si nuestros sueños son siempre perfectos, tendemos a descreer de su realidad. Por eso, esta segunda serie que me tiene tan atrapada como la primera ha sido un buen complemento.
De cierta manera, vuelve sobre un tema antiquísimo: el dilema de Frankenstein. Es sabido que, en el fondo, el asunto central en esa novela es el trauma del hijo rechazado por su padre, y la posterior rebelión de éste en contra de su progenitor y todo lo que él representa. En el caso de BSG, la humanidad asume el papel del Dr. Viktor Frankenstein, mientras que los Cylons (al principio robots, luego algo mucho más complejo que eso, ya que han logrado evolucionar por cuenta propia) vienen a ser el "monstruo", la criatura rechazada.
Los cylons han atacado las "Doce Colonias" humanas, salvándose apenas un puñado de vidas (poco menos de 50.000 almas), la mayoría de ellas refugiadas en las naves de una variopinta flota, de las cuales la más importante, al menos al principio, es la astronave de combate Galactica, que da nombre a la serie. Ese es el punto de inicio de un drama con altísimo grado de tragedia, en el cual permanentemente nos veremos obligados a replantearnos qué significa ser humano. Los cylons han heredado de esos padres que los desprecian tanto defectos como virtudes. Son hijos de la humanidad... ¿cómo podríamos esperar que siempre fueran misericordiosos, medidos, compasivos? ¿Somos los hombres siempre así, acaso? Pero, por otro lado, estos vástagos rebeldes, ¿no habrán recibido también nuestra capacidad de amar, de sentir afecto en todas sus formas? ¿Será que el amor en todo su abanico de aspectos es el elemento capaz de redimir no sólo al hombre, sino a sus criaturas? Vale la pena, por lo menos, tomarse un momento para pensarlo.
Lógico que BSG va mucho más allá de estos elementos, pero la verdad es que cada uno de sus aspectos se merece un artículo aparte.
Si tengo que ser completamente sincera, en este caso, no fue un "descubrimiento" sino un "redescubrimiento". En sus épocas, mirábamos Galactica por televisión con Esteban hasta que... hasta que el último capítulo de la primera temporada nos sorprendió en el hospital, apenas nacida Lucía. A partir de allí, por lo menos yo no pude seguir la serie como debía. Pero este verano unas amigas me pasaron el vicio, y sí, esta vez la voy a mirar completa. Ya voy por la tercera de cuatro temporadas.

Antes de pasar a lo que sigue, tengo que dejar algo bien sentado: en ambas series, mi personaje preferido es una mujer. En DS9 mi diosa absoluta es una oficial de la milicia bajoriana: la Mayor Kira Nerys (llevada a la vida por Nana Visitor). Sí, lo admito abiertamente: si yo fuera hombre, moriría por ella con gusto. Es un personaje tan complejo que amerita un análisis exclusivo, así que de momento lo vamos a dejar.

La Mayor Kira es un personaje que inspiró a toda una generación de mujeres, mostrándoles que podían ser fuertes sin dejar de ser femeninas. Fortaleza y sentimientos... ahí está la magia.

En BSG el personaje que más me conmueve es, sin dudas, la presidente Laura Roslin (encarnada por Mary McDonnell). Es imposible que yo no empatice con ella, ya por mera portación de profesión: es una docente que ocupaba el cargo de Secretaria de Educación cuando se produce el ataque cylon y, por ley de acefalía, queda en el puesto presidencial. En su persona van a cruzarse la mayoría de los dilemas éticos de la serie, con lo cual se constituye en un personaje riquísimo a la hora de hacer un análisis.
La presi Roslin y el almirante Adama... ella le soliviantó a la tropa, él le dio un golpe de Estado... pero al final, como decía Tanguito, "el amor es más fuerte"... muero por estos dos, casi a la altura que muero por Jaime y Brienne...

Ha llegado la hora de enfrentarnos con la tercer pregunta de los "¿Es posible...?" - Atenti con la... zooooona fangirl!!!!
Juro solemnemente que puedo. Puedo, sí. Puedo engancharme perfectamente a una serie sin tener chongo en ella. Sherlock, por ejemplo. ADORO la última versión que hizo la BBC de este clásico, pero les aseguro que ni Benedict Cumberbacht ni Martin Freeman me mueven un pelo. Me encantan los personajes y tal, pero es absolutamente "chongo free". Lo mismo me ha pasado con Sleepy Hollow, más recientemente, o con Penny Dreadful. Son series que disfruté a full en su momento, pero no porque tuvieran ese tipo de gancho.
Y en el caso de estas dos últimas series, les puedo asegurar que las amo más allá del hecho que tenga, en cada una, un personaje por el cual perder el sueño (literalmente, me he quedado hasta altas horas de la madrugada con los ojos como huevos fritos frente a la pantalla por culpa de estos dos). Pero sí, hay chongo. Hay chongo tanto en DS9 como en BSG.
La versión original de Star Trek solía mirarla con mi abuela, allá lejos y hace tiempo, en un canal de cable que se dedicaba a reponer clásicos de la ciencia ficción. Mi querida viejita moría por el Dr. McCoy tal como lo interpretaba el inefable DeForest Kelley. Y parece que la debilidad por los médicos de la flota es algo familiar, porque a mí me puede Julian Bashir (seeeeeh, vamos todavía con Alexander Siddig, nuestro próximo Doran Martell para la quinta temporada de Juego de Tronos). ¿Se acuerdan que, en uno de mis tantos lamentos por andarme enganchando con gente de la calaña del Carnicero de Baltimore o el Señor de Fuerte Terror les dije: "háganme acordar que la próxima vez me busque un médico"? Bueno, eso. Me busqué un médico. La evolución que hace el personaje a lo largo de siete temporadas, desde sus orígenes totalmente naif hasta el logro de una admirable profundidad de juicio, es impecable. Ya hablaremos de él.

¿Quién tiene la sonrisa más bonita del cuadrante? ¡El Sid!

Del que también vamos a tener mucho para hablar, principalmente porque ya me rompió el corazón la primera vez que ví la serie y, ahora, estoy preparada para dejar que me lo rompa de vuelta y más a conciencia, si cabe, es del Teniente Felix Gaeta, oficial a bordo de la Galactica, interpretado por el canadiense Alessandro Juliani. Otra vez, la historia complicada. Otra vez, alguien que lleva mis dilemas éticos al límite. Pero como todavía estoy en proceso de entender todo el arco del personaje, no me voy a adelantar. Lo único que puedo decir es que toma decisiones jugadas y, en última instancia, afronta las consecuencias hasta las últimas circunstancias. Gaeta es un idealista y un hombre de honor. Se equivoca, sin duda, en ciertas decisiones (y ahí es cuando me parte el alma) pero se la juega entero, con una integridad que no lo abandona ni siquiera al final (donde vuelve a partirme el alma y sé que voy a llorar a lágrima viva).

Morocho, con rulos, y de una belleza extraña... seh, Guivi, no lo dudes, tenés un perfil...

En fin, sé que ha sido una entrada desordenadísima, que he planteado temas y no los he desarrollado a conciencia, que a lo mejor algunas cosas me interesan nomás a mí, pero la verdad es que tenía que volver por acá. Aunque sea a los ponchazos, dándoles un par de pinceladas de lo que fue mi verano (y eso que no les conté nada de lo que anduve leyendo, ni les mencioné la visita de mis dos hermanos que viven en España...), porque este sitio no se puede caer. Me ha permitido conocerlos a ustedes, sé que muchos hasta se preocupan por mi salud cuando dejo de aparecer por un tiempo, y mi idea es mantener las cosas fluyendo por mucho tiempo más. Les prometo que la próxima tomo un tema y lo desarrollo. Cuestiones de las que hablar, les aseguro que no me van a faltar.
¡¡¡¡¡¡GRACIAS ENORMES POR ESTAR DEL OTRO LADO, SIEMPRE!!!!!!

sábado, 18 de octubre de 2014

Cairo Time: un momento fuera del tiempo


A veces ocurren cosas que interrumpen el ritmo rutinario de nuestras vidas. Una excursión, un día libre inesperado, un rato al sol mirando el brillo que tiene el aire una tarde de primavera, el olor del pasto mojado después de la lluvia. Entonces parece que se hubiera abierto una brecha en la continuidad del tiempo, y que estuviéramos de incógnito en una tierra paralela, donde la felicidad es sencilla y posible. Algo así da la impresión que les pasara a los protagonistas del sereno romance que es la película Cairo Time. Algo así me ocurrió a mí misma mientras la disfrutaba.
Trailer en inglés

Esta joya tiene sus años: se estrenó en 2009. Es fruto del genio de una joven cineasta canadiense de raíces orientales, Ruba Nadda. La protagonizan Patricia Clarkson y Alexander Siddig, y cuenta con una excelente banda sonora realizada por Niall Byrne, con algún tema del renombrado Yann Tiersen. Hago especial hincapié en la música porque no solamente es de una belleza transportadora, sino que parece un personaje más. El sonido no es un simple soporte, cuenta a su modo su propia parte de esta historia encantadora.
Trailer en castellano (ojo, es un poco tramposo)

Primero, la reseña breve, sin spoilers.
Juliette (Patricia Clarkson) es una mujer frisando los cincuenta años. Es editora de una revista femenina de actualidad, y se encuentra justo en ese momento en que las madres comienzan a recobrar su libertad, dado que sus dos hijos ya han crecido y se han independizado: el varón acaba de contraer matrimonio, y la chica se ha ido a vivir sola. Decide, entonces, realizar el viaje que venía planeando junto con su marido desde hacía bastante tiempo: una visita al Cairo. Mark, su esposo (Tom McCamus), trabaja para las Naciones Unidas y se encuentra prestando servicio en Gaza, con lo cual el matrimonio decide encontrarse en la capital egipcia para pasar las vacaciones.
Juliette recién llegada al Cairo - Patricia Clarkson, impecable en su papel. No se pierdan sus entrevistas sobre la película, es una mujer risueña, cálida e inteligente a la cual da gusto escuchar y ver...

Pero resulta ser que las cosas se complican con el trabajo de Mark, quien se ve imposibilitado de acudir a la cita. Por ello debe recurrir a Tareq (Alexander Siddig), un amigo egipcio que también sirvió para la ONU pero que ya se ha retirado, al cual encarga que busque en el aeropuerto a Juliette y le sirva de anfitrión hasta que él pueda reunirse con ella. Y de esa forma comienza esta película, con nuestra protagonista llegando al aeropuerto internacional de El Cairo y siendo recibida por un perfecto caballero oriental: amable y considerado, Tareq se pone a su servicio. La acompaña hasta el hotel y se despide no sin antes pedirle que no dude en recurrir a él ante cualquier inconveniente.
Ruba Nadda declaró que escribió el rol de Tareq con Alexander Siddig en mente... por si alguien todavía no entendía porqué en el imaginario medieval a Saladino solamente le faltaba ser cristiano para ser el caballero perfecto... pero si hasta Paty Clarkson admitió abiertamente que su compañero de reparto está fuertísimo... (soooo, Guille, mantén en orden la zona fangirl!)

Sabiendo que tiene por delante un compás de espera indeterminado, Juliette decide aprovechar el tiempo y explorar la ciudad, sin atender mucho a las recomendaciones de Mark al respecto, acerca de lo poco conveniente que puede resultarle a una mujer occidental internarse por las calles de El Cairo, sola. De esta manera, se encontrará perseguida, primero tímidamente pero después de forma indisimulada, por un grupo cada vez mayor de admiradores, la mayoría de los cuales podrían ser sus hijos. Luego de algunas peripecias termina recalando en el café del cual es propietario Tareq, quien inmediatamente comprende la situación y se ofrece para acompañarla en sus vagabundeos, haciendo un poco el papel de guía turístico.
El paseo por el Nilo. Realmente me encantó la química que desarrollan Patricia y Sid en pantalla...

No puedo desarrollar mucho más la trama sin caer en spoilers, aunque es casi inevitable que, antes o después, termine contándoles más de lo que debería. De modo que, si no vieron la peli o les molestan las anticipaciones, yo les diría que vayan con cuidado en la lectura, desde aquí en más.





Pero es muy fácil imaginar lo que viene a continuación. Juliette y Tareq descubren que pueden entenderse profundamente, aunque son diferentes y provienen de situaciones completamente distintas. Entre ellos se establece un romance que está hecho de palabras y miradas, de silencios compartidos, de recuerdos, de intercambios de opiniones, del intento por ponerse en el lugar del otro y saltar la brecha cultural que, de todas maneras existe... de algún que otro roce de manos y, en un plano físico, de muy poco más. Es a través de los ojos de su anfitrión que la mujer occidental logra comprender ese mundo extraño en el cual se ha internado, que tiene su innegable encanto pero, a la vez, aristas que ella no está dispuesta a aceptar.
Porque, más allá de su mutuo entendimiento, ambos proceden de mundos que no siempre van a congeniar. Juliette se preocupa, por ejemplo, cuando ve que el destino de las mujeres pobres en Egipto pasa por trabajar desde niñas para conseguir una buena dote y casarse dignamente, y que ello supone el no poder asistir a la escuela. Ante lo cual Tareq le hace ver que no le corresponde ponerse en el rol de "los occidentales que van a venir a arreglarlo todo en Oriente". Reflexión que apunta directamente a los fallos de nuestra propia sociedad. Hay algo básicamente hipócrita en aquel que se rasga las vestiduras ante las injusticias en otros países, pero no reconoce, o no trabaja por disminuir, las desigualdades que hay en el propio. A veces no vemos más allá de nuestro propio barrio, pero como argentina sé que no tengo que viajar a oriente para encontrarme con niñas (y niños) inadecuadamente escolarizados por motivos económicos.
Pero no es de estos temas de los que va a tratar, centralmente, Cairo Time, y no es en especial la barrera cultural el obstáculo interpuesto entre los enamorados. Son sus propios sentimientos, principalmente los de Juliette (o por lo menos así lo percibimos, ya que la historia está narrada sólo desde su punto de vista), quien ama entrañablemente a su esposo. Esto le plantea un dilema terrible. Cuando creemos que tenemos nuestra vida resuelta, hemos encontrado un amor estable, duradero y sólido; trabajamos de lo que nos gusta, sin demasiadas complicaciones... ¿qué hacemos si, inesperadamente, surge una persona que pone nuestro mundo del revés? ¿Lo arriesgamos todo en pos de un sentimiento que puede no pasar de ser meramente un sueño? ¿O nos quedamos con nuestra vida conocida, preguntándonos para siempre qué hubiera ocurrido si hubiésemos cedido al impulso que nos arrebataba? Creo que, si esta película me deslumbró tanto, es porque no me cuesta nada imaginarme, dentro de diez años, en los zapatos de Juliette. Y, conociéndome como me conozco, creo que yo tomaría exactamente la misma decisión que elige nuestra protagonista. Y así, toda la historia queda teñida para mí con la melancolía dulce del paraíso perdido apenas entrevisto.

Y aquí hay una cosa que destaco mucho de esta producción. Hubiera sido muy fácil recurrir al expediente telenovelero de presentar a Mark falleciendo trágicamente, como un héroe, en la franja de Gaza, y dejando así a su viuda libre para entregarse a su propia versión de Las Mil y Una Noches. También hubiera resultado sencillo recurrir al muy posmoderno lema del vivir el momento sin pensar en el después: en nuestro mundo de las satisfacciones inmediatas, nadie se habría escandalizado demasiado si la aventura de estos amantes florecía durante una noche para ser descartada a la mañana siguiente. Pero, por suerte para mí, Ruba Nadda pertenece a los románticos de la vieja escuela, y optó por el camino difícil, el de la sinceridad. Sus personajes son responsables, se hacen cargo de las consecuencias de sus propias acciones, y eso los torna tremendamente trágicos y queribles.
Ella había prometido conocer las pirámides con su esposo... pero era lo único que podía darle a Tareq

Hay una serenidad inefable que recorre toda la obra. Como reflexionaba la propia Patricia Clarkson en una entrevista, la historia conmueve porque podría pasarle prácticamente a cualquiera: los personajes son seres humanos comunes y corrientes, y entre ellos surge una historia que debe repetirse miles de veces cada día... pero para sus protagonistas es totalmente extraordinaria. Como la vida misma de cada uno de nosotros que, de vez en cuando, es tocada por un ángel extraño y, entonces, se desata la magia.
Gracias a todos los involucrados es esta joyita inesperada para mí... por permitirme vivir también un momento fuera del tiempo.


jueves, 24 de julio de 2014

Death of a Superhero: reflexiones acerca de la "buena muerte".

Últimamente, todas las vacaciones de invierno me pasa algo similar. Las comienzo con ganas de desconectarme del mundo y, para ello, qué mejor que buscar película del chongo de turno. Pero resulta que la Guivi tiene la mala/buena costumbre de encariñarse con actores que, en general, presentan un currículum frondoso en obras medulosas, de modo que aquello que parecía rumbear por el lado del caramelo visual se termina transformando en un viaje al corazón de la identidad humana. El año pasado me ocurrió con Untraceable, película de la cual les hablé aquí. Esta vez, le toca el turno a Death of a Superhero, coproducción alemana - irlandesa del año 2011, dirigida por Ian Fitzgibbon y basada en una novela de Anthony McCarten. La protagonizan Thomas Brodie - Sangster (mi muy querido Jojen Reed, en Game of Thrones) y Andy Serkis (al que por lo general se lo recuerda por su papel en El Señor de los Anillos, interpretando a Smeagol/Gollum). El poster viene de www.filmaffinity.com

Claro que yo no llegué a esta peli por ninguno de ellos, aunque ambos me parecen actores sumamente interesantes en cuanto a su calidad y desempeño. Dije que entré por el chongo. Sí, entré siguiendo a una de mis últimas obsesiones y me quedé porque la historia es fascinante. No doy más vueltas, es una producción irlandesa así que ya se imaginarán... Michael McElhatton interpreta al padre del protagonista (como él mismo dijo en una entrevista, es muy consciente que nunca le va a tocar hacer del príncipe... más bien de su viejo...)
No me pongas esos ojitos, Miguel, que te dejo hacerme de príncipe, de rey, de gran visir, de cocinero o de lo que vos quieras... fuente: www.dothestrandsky.tumblr.com

Pero vamos al punto, que dije esto iba en serio, y así es. Les adelanto un poquito de la trama, para que vean de qué se trata.
 
Thomas encarna a Donald, un adolescente quinceañero al cual le han diagnosticado un cáncer de pésimo pronóstico. Está en tratamiento mas, obviamente, su enojo con esa vida que lo traiciona y lo abandona a destiempo es tan profundo, y lo empuja a situaciones tan riesgosas, que sus padres deciden ponerlo en contacto con el Dr. Adrian King. Éste, interpretado por Serkis, es un afamado tanatólogo, un psicoanalista especializado en personas que lidian con la muerte. Entre ambos se irá entablando una relación que, en un principio, no pasa de ser la del paciente y su médico, y con grandes reticencias por parte de Don.
 Psicoanalista y paciente, y el omnipresente océano. Fuente: www.iftn.ie

Pero hay dos elementos que irán limando asperezas y aproximando a este dúo. El primero es el talento del joven para el dibujo. Donald es un genial ilustrador, que ha desarrollado la aventura gráfica de un misterioso superhéroe... una suerte de alter ego que le permite lidiar con ese final que se le acerca, y que en el cómic adopta la figura del villano Gloves.

Resulta que el Dr. King también es un artista plástico... y también encierra dolores profundos, pérdidas a medio resolver que, cuando las descubra, le harán notar a su paciente que el terapeuta tampoco "se las sabe todas". Esta humanización basada en las falencias de cada quien tenderá un puente entre los personajes. En ese sentido, la película también aboga por la "antiterapia", por decirlo de alguna forma. Siempre nos dicen que la clave en la labor del psicólogo está en no involucrarse con su analizado, en mantener la distancia, en no implicarse emocionalmente... En esta historia, por el contrario, Adrian solo podrá ser capaz de llegar hasta Donald en el momento en que reconozca que se interesa desde lo más emotivo por él. Desde este particular enfoque, es en la medida en que ayude al paciente a reconciliarse con su situación vital, que el doctor logra sanar sus propias heridas. La terapia, por lo tanto, corre en ambas direcciones.
¿Cuál es el mensaje que King tiene para este joven? Básicamente, a mi parecer, que no se deje morir antes de tiempo. Me explico: dada la patología del muchacho, su final es inevitable... pero él es libre de elegir cómo quiere vivir hasta ese final. Si nos dicen que dentro de un año moriremos... no nos muramos en el momento en que nos dan la noticia. No dejemos de vivir o, mejor dicho, no cancelemos nuestra vida en espera de la muerte. Adrian quiere que Don disfrute ese tiempo que le queda, que no sea un muerto en vida... que aproveche hasta el último minuto de ese talento, de sus amigos, de su familia... y del amor. Todos esos hermosos dones que le han sido regalados son suyos hasta el último aliento: no tiene por qué renunciar a ellos antes del final.
Es una película dura simplemente porque lo es la realidad que refleja. Nada nos prepara para la muerte, menos para el fallecimiento de una criatura que todavía tiene todo por vivir.
"Nada nos prepara para la muerte...", dije... y me quedé pensando. No, no tiene porqué ser así. De hecho, es un problema de nuestro tiempo, no algo innato a la condición humana. Las sociedades preindustriales sí tenían recetas para la buena muerte. Y así fue como recalé de vuelta en un clásico de mis años como medievalista: los estudios sobre la muerte del genial Philippe Ariés.
Este estudioso francés mostraba cómo durante toda la Edad Media el final de la vida había sido parte de la cotidianeidad, algo aceptado, algo que se esperaba y se vivía de acuerdo con ciertos cánones que marcaban lo que se daba en llamar la "buena muerte": se sabía cuándo se aproximaba y la persona se "disponía" para morir. Generalmente en su lecho, rodeada de familiares, con un momento dedicado a ordenar sus cuentas terrenales y otro orientado a ponerse en paz con Dios, se trataba de lo que Ariés denomina "muerte domesticada". Cosa que, por otro lado, se percibía en los enterramientos, que no estaban confinados extramuros sino que se realizaban dentro o en las proximidades de las iglesias. No era extaño que los familiares brindaran comidas comunitarias en el terreno de los cementerios, incluso como una forma de compartir con sus difuntos. La muerte no se negaba, no se ocultaba. Incluso los más chiquitos formaban parte del ceremonial. Con el paso de los siglos, ya entrando en la Baja Edad Media, este sentimiento se personaliza, adquiriéndose la conciencia de lo que este investigador llamaba la "muerte propia", en la cual la "batalla por el alma" ya no se veía como algo que iba a jugarse en el momento del Juicio Final, sino que tenía lugar, en los planos sutiles, pero en la misma habitación del moribundo. ¿Creaba esto grandes angustias? Aparentemente no, ya que los cristianos medievales confiaban plenamente en sus abogados celestiales: la Virgen María y toda la cohorte de santos.
¿Cómo llegamos, entonces, a la situación actual? Repasemos, de la mano de este mismo autor: ya no se muere en casa, sino en el hospital; no nos acompañan los parientes (no por lo menos en la misma medida), sino los "especialistas en tránsitos" que son los enfermeros y médicos; la muerte misma ya no es un momento específico, sino que parece que va llegando en cuotas, con la pérdida de la conciencia... Según Ariés, vivimos la etapa de la "muerte negada", una situación que se oculta, en la cual se pretende no pensar demasiado. El duelo se ha convertido en algo que hay que acortar y esconder, porque "ofende" la felicidad de los demás. La gente quiere vivir sin darse cuenta que va caminando hacia el final inevitable, y por eso pretende no ver cuando le sucede a los otros.
Y yo creo que, justamente, es contra todo eso que se rebela Death of a Superhero. Más allá del drama exacerbado que nos plantea la corta edad del protagonista, hay un intento de domesticar lo inevitable, de convertirlo en parte de la vida. De hecho, y quitándole toda la carga religiosa, muchos elementos de la buena muerte medieval están presentes en el derrotero que sigue Don hasta alcanzar la paz consigo mismo... y llevársela, de paso, a todos los que lo quieren bien. No sé hasta qué punto habrán sido conscientes de ello McCarten y Fitzgibbon, pero la cosa les quedó redondita... Recomendadísima esta peli.

Y ya habrán notado que casi no me referí a ese... pues bien, el Sr. McE interpreta a James, el padre del muchacho. Y hace, para variar, un personaje entrañable. Si no van a poder sacarse a Lord Bolton de la cabeza, no miren la película, porque éste sí que no tiene nada que ver. Yo quería ver la faceta tierna de Miguel, y esta vez el experimento me salió bárbaro. James descubre una manera muy poco ortodoxa de conectarse con el hijo moribundo, y sé que algunos pondrán el grito en el cielo porque "cóooomo, el uso de ciertas sustancias...", pero la verdad es que a mí me encantó. Y verlo a McElhatton en estado de semi trance, bailando como un ridículo, no tiene precio. Ay, Miguel, cómo me tienes, cariño...
Así es la cosa con la loca... los chongos siempre terminan poniéndola a hacer los deberes. Gracias, mi irlandés malandra, por reconectarme con la aventura medieval, que es el mundo en el cual sigue viviendo mi corazón.